«Cuando me preguntaron Emergencias que si podía ir a ver el cuerpo les dije que no podía», afirma el acusado, I.R., en el vídeo, en el que afirma también que ninguno de sus compañeros vio los cuerpos de los agentes.
El lunes, en la primera sesión del juicio, agentes de los Mossos d'Esquadra apuntaron a que el cazador disparó porque temía que los agentes le quitaran la escopeta ya que no tenía licencia de armas.
SEGUNDA SESIÓN
Este martes, segunda sesión del juicio por jurado, han declarado varios mossos, los forenses, el padre del acusado, su pareja actual con la que espera un hijo, los compañeros de montería, la administrativa del Ayuntamiento de Aspa que se encarga del coto y la camarera del bar del pueblo que entregó los tickets de la cacería a todos los cazadores salvo a I.R.
Los forenses han explicado que los cuatro tiros fueron mortales de necesidad y que el acusado disparó dos tiros a cada uno, uno de ellos cuando el agente ya estaba en el suelo, que le atravesó el cuello.
Según ha contado la camarera del bar donde se recogían los tickets de autorización de cacería, el acusado acudió ese día a recogerlo pero fingió no ser él porque no tenía licencia para ello y afirmó en voz alta para resaltarlo: «I.R. no ha venido».
«DESMONTAN» LA ENFERMEDAD MENTAL
Para uno de los abogados de la acusación, Pau Simarro, que representa a las familias, las declaraciones de algunos testigos de este martes «desmontan» la versión de la defensa de que el acusado padece una enfermedad mental.
«El informe de su médico que se nos entregó dice que tiene la famosa epilepsia en el sentido de pequeño mal que es equivalente a ausencias que están clínicamente descritas, son de dos a veinte segundos un tiempo en el que no puedes hacer nada», ha señalado Simarro.
Por su parte, el abogado de la acusación popular, Albert Requena, que representa a la Asociación Profesional de Agentes Rurales y a la Asociación Española de Agentes Forestales (Aeafma) ha asegurado este martes a Europa Press que «de las declaraciones de los compañeros de cacería ha quedado constatado que el señor I.R. era una persona en pleno uso de sus facultades y que no había sospecha ni por antecedentes ni por la actuación el día de los hechos de que padeciera enfermedad o alteración alguna».
«Ha quedado probado de que ese día era consciente de lo que había hecho y sabía que había matado a dos personas contrariamente a lo que declaró el primer día diciendo que no se acordaba de nada», ha afirmado Requena, aludiendo a la reconstrucción de los hechos que se ha proyectado.
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