Fiestas clandestinas, orgías, incumplimientos del toque de queda, exceso de aforo permitido sin guardar las distancias y hasta sexo al aire libre son algunos de los desmanes con los que debe lidiar todas las noches los conocidos como ‘policías del COVID'.
Durante las últimas 48 horas, Patrulla Verde (Policía Local), Policía Nacional y las inspectoras de Turisme (Govern balear) levantaron un total de 107 sanciones. De las mismas, 60 fueron por incumplimiento de las medidas sanitarias; 21 por temas administrativos y licencias (locales) y 5 por consumo de drogas.
El reloj marcaba las 21.15 horas del pasado sábado cuando una comitiva policial, de forma discreta, accedió a un conocido establecimiento del Passeig Marítim. Al detectar su presencia, algunos camareros se quitaron los delantales de forma apresurada y salieron a la carrera del local para no ser detectados. Del mismo modo, algunos grupos de jóvenes (más de 15) que se encontraban en la terraza sin mascarillas, fumando y abrazándose se esfumaron al ver a los primeros indicativos policiales. Dentro del local se concentraban más de un centenar de personas, muchas de ellas, sin respetar las medidas sanitarias y facilitando con ello el riesgo de propagación del virus.
Tras revisar más de una 20 locales, pasadas las 22 horas (horario máximo permitido) una llamada al 091 alertaba que, en las viviendas de Virgen de Lluc se estaba celebrando una fiesta gitana en el interior de un pequeño bar. A la llegada de las primeras patrullas detectaron a 26 jóvenes -algunos de ellos menores de edad- fumando, bebiendo, bailando y todos agolpados. Los técnicos accedieron al bar y levantaron cuatro actas de sanción al establecimiento (documentación, proyecto, tabaco y seguro) y 22 sanciones por incumplimiento del toque de queda a los asistentes. El amplio dispositivo de agentes evitó que se produjeran incidentes destacados.
El rastreo de las redes sociales surgió efecto y también se detectaron varias fiestas clandestinas, una de ellas, con orgía incluida. Los clientes de la misma confesaron que habían sido citados a través de WhatsApp y que una vez dentro les facilitaban drogas de diseño. Una vez más, al detectar la presencia policial algunos de los participantes no dudaron en salir corriendo saltando por los balcones, ventanas y tejados.
La anécdota de la fiesta la protagonizó Jéssica, una chica de origen sudamericano que acababa de aterrizar en Palma. Su historia arrancó el pasado viernes. Nada más llegar al aeropuerto de Son Sant Joan junto a una amiga suya, cogieron un taxi y pusieron rumbo a una fiesta ilegal clandestina de sexo, drogas y alcohol. Era su cumpleaños y quería celebrarlo por todo lo alto. Al ser interceptadas por la policía no le quedó más remedio que aplazar el mismo. No habían pasado ni 24 horas (sábado) cuando de nuevo los mismos policías la ‘cazaron' en el interior de un bar de la plaza Serralta celebrando su cumpleaños junto a un importante número de personas. «Es la segunda vez que me jodéis el cumpleaños», afirmaba la protagonista. También fue sancionado una cadena de venta de pizzas por incumplir el horario y repartir comida a domicilio hasta la media noche.
De madrugada, los agentes vieron luz en un local. Tras mirar por la ranura de la barrera vieron al dueño (sancionado otras veces) con una mano enganchada a su miembro viril en el fregadero. En esta ocasión, la comitiva, pasó de largo.