En la sesión de este martes han testificado los ertzainas encargados de la instrucción de la investigación, los agentes que entraron a la casa el 24 de septiembre de 2018 y uno de los que detuvo al acusado, la trabajadora social que llevó el caso de la fallecida tras la denuncia de violencia de género, su médica de cabecera, la educadora social del hogar de acogida donde las menores permanecieron seis meses tras la crimen, y un amigo del matrimonio. Uno de los agentes de seguridad ciudadana que, tras recibir el aviso de una vecina, entró en la vivienda, que tenía la puerta abierta con una cuna plegable haciendo de tope, ha explicado que la niña mayor les dijo que su padre se había ido a trabajar y que su madre estaba «dormida» porque estaba «muy cansada». Los ertzainas encontraron el cadáver tapado con una manta, en una sala a oscuras en la que se percibían «restos de sangre», pero no había «signos de pelea». Al levantar la manta, vieron que había una mujer «con el cuello totalmente cortado de oreja a oreja».
Por su parte, el agente encargado de la instrucción de la investigación ha indicado que empezaron a sospechar de la implicación de Bara N. en el crimen tras conocer que el acusado había pedido a un amigo que se pasara a ver «cómo estaban las niñas», así como que la hija mayor dijera a los agentes de la patrulla de seguridad ciudadana que «su padre le había hecho daño a su madre». Después, ha apuntado, cuando un día después fue detenido en Mutriku, tras intentar escapar de la vivienda donde se ocultaba saltando por un balcón y cuando estaba siendo trasladado al hospital para ser atendido de las heridas «leves» que presentaba en el cuello, «de propia iniciativa se va desahogando, y cuenta dónde estaban los cuchillos» utilizados presuntamente en el crimen, en un contenedor entre Ollerías y Atxuri. Allí se encontraron hasta cinco cuchillos y prendas de vestir y de cama con restos de sangre. En esa misma línea, uno de los ertzainas que participó en la detención del acusado ha relatado que, tras leerle sus derechos en el coche y de camino al hospital, «confesó de forma espontánea» que había tenido «un problema con su mujer» y que era «el autor de los hechos». Así, le contó que estaba en su casa «dormido en el sofá», que «se despertó y vio a su mujer cerca con un cuchillo de grandes dimensiones», y que comenzó «un forcejeo» con el resultado de «lesiones él y el acuchillamiento de ella». Sin embargo, en la toma de declaración en presencia de su abogado «ya no manifestó nada». En comisaría, ha afirmado el ertzaina que participó en la instrucción, el acusado se mostró «frío y ausente, parecía que la película no iba con él, no preguntó por nadie y solo se interesó por su situación y por lo que le podía pasar».
JUICIO POR VIOLENCIA DE GÉNERO
Por su parte, la trabajadora social del Ayuntamiento de Bilbao que atendió a Maguette en diciembre de 2017 tras denunciar a su marido por violencia de género, delito del que fue absuelto, ha relatado que la víctima tenía «sin ninguna duda» el perfil de mujer «sometida» al acusado. Tras pasar por un piso de acogida se «reconcilió» con su marido en enero de 2018 y no volvieron a contactar con ella hasta mayo, cuando les trasladó que se quería divorciar porque sufría «maltrato físico y económico», que tenía «miedo del acusado», que le llegó a decir en una ocasión «o me mato yo o te mato a ti», y que le amenazaba con llevarse a las niñas a Senegal y con no volver a verlas». El 20 de septiembre de 2018, cuatro días antes de su muerte, la víctima presentó el certificado literal de matrimonio, requerido para iniciar los trámites de la separación.
HOGAR DE ACOGIDA
La educadora social ha relatado que las dos niñas llegaron al hogar de acogida «muy expectantes, con semblante muy triste, muy dejadas, nerviosas, fuera de lugar y dando la sensación de que no entendían nada». Sobre lo ocurrido la noche del crimen, ha explicado la educadora, la niña mayor «lo verbaliza a su manera y, sobre todo, gesticula mucho», haciendo «mucho» el gesto de que «su padre corta a su madre, que su madre está llena de tomate entera, que está muy malita y que la tienen que llevar al médico para que la pongan tiritas». «Lo dice espontáneamente, que su padre se ha ido a trabajar y que las ha dejado en casa con su madre que está en el suelo muy malita, haciendo el gesto del cuello», ha contado, para asegurar que ese gesto lo repite durante los seis meses que estuvo en el centro de acogida y que añade «corta con cuchillo».
«Papá ha cortado a mamá así (haciendo el gesto sobre la garganta), mamá está en el suelo con mucho tomate, mamá está muy malita y hay que curarle y ponerle tiritas», contaba la hija mayor «cada vez que tocaba el tema», según el relato de la educadora social, que también ha contado que ambas niñas tenían pesadillas «todas las noches», llamaban «bastante a su madre» y se levantaban «con ojeras y la cara hinchada».
«Se necesitaban mutuamente y estaban permanentemente pendientes la una de la otra», ha explicado, para recordar que la rutina del hogar de acogida «les dio cierta tranquilidad» y pasado el tiempo «emocionalmente se encontraban mucho mejor». En una ocasión, ha añadido, al pasar delante del hogar familiar, la hija mayor señaló la casa y dijo «yo vivía ahí con mi madre» y volvió a repetir «el discurso», al igual que hacía «cuando venía algún padre al hogar». También ha relatado que la menor contaba que su madre «hacía el spiderman» cuando «mi padre corta con el cuchillo», refiriéndose a que «salta» y que también hacía «la rana», queriendo explicar el ruido que hacia tras recibir las cuchilladas. Asimismo, ha dudado de que la menor hiciera estas afirmaciones por haber oído algún comentario de los agentes que encontraron el cadáver de su madre.
Cuando preguntaban por su padre, las responsables del centro respondían, a indicación de las psicólogas, que «estaba en un cole de mayores para aprender a hacer las cosas bien».
Por su parte, la médico de cabecera de la pareja ha testificado que en sus visitas encontró a Maguette «estresada, angustiada y agobiada», pero no le trató nunca de «ninguna lesión física», por lo que, en un principio, no relación su malestar «emocional» con un maltrato.
Ya en agosto, un mes antes de su muerte, le dijo que «quería salir de casa» y que Bara N. la trataba «mal», pero las personas que llevaban su separación le dijeron que «para hacer las cosas bien, había que esperar un poco» con el fin de evitar también que su marido «le quitara a las niñas». El juicio continuará en la jornada de este miércoles con la declaración de nuevos testigos, que se prolongarán hasta el jueves 18, cuando den inicio las pruebas periciales.
1 comentario
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Una historia de auténtico horror. ¿Podrán algún día esas niñas recuperarse de la pesadilla que han vivido? Tal vez con el tiempo.... pero no sé sabe.