Imagen de la cárcel de Palma. | Alejandro Sepúlveda

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Con 15 módulos y varios edificios de oficinas, la cárcel de Palma es una pequeña ciudad. Por la que se mueven a diario 1.066 internos y más de 500 trabajadores. Ultima Hora ha entrado en la penitenciaria de la carretera de Sóller para confeccionar una radiografía del actual estado de la prisión, tras las devastadoras consecuencias de la pandemia.

Uno de los datos que llama la atención es que un 33 % de los internos son extranjeros. Es decir, un tercio de la población reclusa (355 presos) es de fuera de España. El penal es una auténtica una Torre de Babel, con 50 nacionalidades distintas. Por países, el ránking es el siguiente: Los marroquíes, colombianos y rumanos son los que más reos aportan, seguidos de argelinos, italianos y brasileños. El séptimo lugar es para los chilenos.

Tipologías

Las tipologías delictivas dejan datos contundentes. Casi la mitad de los inquilinos de la penitenciaria (508 presos) ingresan por delitos de robos. Le siguen los que están implicados en peleas y agresiones (lesiones), que suman 262 casos. En tercer lugar, por muy poco margen con el segundo, están los traficantes de drogas (246). Luego vienen los maltratadores (167), las personas que atentan contra el orden público (133), los que cometen delitos contra la Administración de Justicia (94) y, en séptimo lugar, los agresores sexuales (80). Esta última tipología delictiva ha registrado un incremento tan notable como inquietante en los últimos meses, coincidiendo con el fin de las restricciones de movimiento por la pandemia.

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Francisco José Baldonedo es el director desde diciembre de 2017. FOTO: A. Sepúlveda

Entre rejas, en este sentido, el 90% de los reclusos están vacunados con la doble pauta contra la COVID, «pero también tenemos un bajo número de negacionistas, que no se quieren poner la dosis. Y tenemos que respetarlos», cuenta Francisco José Baldonedo, director del penal desde diciembre de 2017. Precisamente, la labor del alcaide y de sus funcionarios ha sido clave, en estos últimos tiempos, para que la cárcel de Palma sea considerada de «baja conflictividad», en contrapunto con otras prisiones nacionales donde las peleas y agresiones están al orden del día.

15 módulos

En el recinto perimetrado de la carretera de Sóller hay un total de 15 módulos, donde residen los internos. El primero y segundo son para preventivos, el tercero de respeto y el cuarto del programa PAIEM, de enfermos mentales. El quinto es para «destinos productivos», es decir, para internos que trabajan en cocina o lavandería, por ejemplo. También es de respeto. El sexto fue pionero en España: es mixto y hombres y mujeres comparten espacios comunes. El séptimo es solo de mujeres. El octavo es una Unidad Terapéutica Educativa, también de respeto. El noveno es el «deportivo» y de respeto. Es una apuesta personal de Francisco Baldonedo para potenciar el deporte frente al consumo de tóxicos. De momento es un éxito.

El décimo módulo es para jóvenes, hasta 25 años. El once es de tránsito y a partir del doce, trece y catorce la cosa se complica. Son recintos para reincidentes o presos «peligrosos», aunque para el alcaide esa calificación es relativa: «Por ejemplo, tenemos un asesino confeso de Palma que en prisión, en cambio, no da ningún problema. No es conflictivo». El quince y último es el peor: el de aislamiento. Se encuentra ubicado al final de todo el complejo carcelario. Tiene normas muy estrictas y solo pueden disfrutar de cuatro horas de patio, sin mezclarse con los otros presidiarios.

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Un cartel indicando el horario del párking.

El virus, en los últimos meses, ha obligado a modificar los hábitos penitenciarios: «El 2020 fue el peor año. Fue el período de mayor incertidumbre y no teníamos todavía los medios que hay ahora para luchar contra la pandemia», destaca Baldonedo. Las visitas a los presos y los vis a vis tuvieron que restringirse y se sustituyeron por teleconferencias. A día de hoy, con un repunte en los nuevos casos en el exterior y la variante ómicron al acecho, la cárcel sigue blindada al virus y los presos que entran tienen que guardar cuarentena. Con todo, el alcaide se muestra orgulloso del sistema penitenciario español: «Somos de los mejores de Europa e incluso del mundo. Podemos estar satisfechos. Aquí, si alguien ingresa en la cárcel no se anulan sus derechos».

El apunte

La segunda prisión con más visitas de España: unas 100.000 al año

Después de Picassent, en Valencia, la cárcel de Palma es la que más visitas registra al año, con unas 100.000 personas que acuden al centro a interesarse por familiares o allegados. Controlar tal trasiego de visitantes no es tarea fácil, pero el centro penitenciario palmesano cuenta con una plantilla laboral altamente cualificada y muy resolutiva. Los presos tienen derecho a un vis a vis familiar y otro íntimo al mes, en unas habitaciones especiales. Los encuentros duran una hora y media. La conflictividad en el centro, por fortuna, es muy baja.