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Son muy contadas las ocasiones en las que un periódico se ve superado por las circunstancias y no encuentra solución interna a sus problemas. Eso nos ocurrió a mediados de 1980, cuando empezamos a funcionar con ordenadores. Los antiguos talleres del diario estaban formados por magníficos trabajadores de la antigua escuela, la del plomo, las linotipias y los clichés, que debían adaptarse a las nuevas tecnologías. Fue un «hombre nuevo», alguien de fuera, quien en 1989 emprendió la tarea de la modernización. Ningún lector reparó entonces en el trabajo oscuro e intenso que realizamos los operarios y periodistas de esta casa de la mano de Joan Mata, el nuevo jefe de talleres. Su labor fue tan efectiva, que diez años después sería el responsable de planificar la nueva planta impresora del diario. Ese fue el cénit de su éxito profesional, que se cerró hace cuatro años con la jubilación.

A la par de la eficiencia estaba su jovialidad. Joan Mata nunca envejeció, siempre fue un tipo juvenil. Apasionado de las motos, viajaba cada año al GP de Jerez con su Honda CBR 600. «A ca meva tenc es primer model de 1987», me repitió la última vez que nos vimos, hace apenas un mes. Entonces me comentó que se acababa de comprar la última versión de su querida CBR. Era impensable imaginar entonces que alguien tan responsable en todo como él sería arrollado en esa motocicleta. El dolor es inmenso. Tremendo. La vida es una ruleta rusa, como asumimos los que nos subimos a una moto.