Bartolomé C., custodiado por policías nacionales en la Audiencia de Palma, donde fue condenado por el crimen de Ana Belén G.

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Era frío y calculador. Y sufría unos estallidos de violencia que le convertían en un peligro público. Bartolomé C. C. es uno de los peores psicópatas de la crónica negra mallorquina. Acumula tres crímenes: el de su suegra y su cuñado, en 1989, y el de su novia, en 1996, cuando obtuvo su primer permiso penitenciario. Esta es la escalofriante historia de uno de los pocos criminales en serie condenados en la Isla: El 'asesino del cementerio'.

En 1989 Bartolomé C.C. era menor de edad. Se hizo mediáticamente famoso porque en un ataque de furia, delante de su mujer, atacó con un cuchillo a su suegra, de 42 años, y a su cuñado, de 13, que murieron a consecuencia de las puñaladas. Todo ocurrió en un piso de la calle Manacor, cerca de la Comandancia de la Guardia Civil de Palma, y cuando la policía llegó a la vivienda se encontró una escena dantesca. Fue condenado a 59 años de cárcel.

Por aquellos años, C. ingresó en la antigua prisión de Palma, ahora convertida en un recinto abandonado y okupado. E intentó pasar desapercibido. Su vida cambió de nuevo cuando se cruzó en un taller de teatro con una joven llamada Ana Belén G., que en 1996 tenía 18 años. Dos años antes, en Calvià, la adolescente se tomó una copa de ginebra, cogió una escopeta y le voló la cabeza a su padre, que dormía en el sofá de la sala.

Luego, acompañada de su madre, se entregó a la Guardia Civil y sostuvo que sufría malos tratos y abusos del progenitor. Un tribunal la condenó a seis años de prisión. Fue entonces cuando conoció a Bartolomé C. y ambos se enamoraron. Sin embargo, el carácter agresivo de él y sus cambios bruscos de humor comenzaron a inquietar a la joven, que el 20 de diciembre de 1996 obtuvo su primer permiso penitenciario. También era el de su novio, Bartolomé C.

Que el 'asesino del cementerio' no albergaba buenas intenciones con la 'parricida de Calvià' quedó demostrado por un detalle: nada más salir de prisión, para disfrutar en familia de aquellas navidades, él compró una navaja, que escondió en uno de sus bolsillos. El día 22, la pareja visitó el cementerio de Palma, para honrar a sus muertos. Según Bartolomé, Ana Belén no encontraba la tumba de su padre, al que había matado en el sofá dos años atrás, y se puso de muy mal humor.

Los investigadores policiales, sin embargo, concluyeron en otra dirección. El psicópata mallorquín ya sabía, a esa alturas, que le joven de Calvià iba a dejarlo, y no pudo aceptarlo. La atacó por la espalda, como quedó demostrado por los forenses, y Ana Belén consiguió zafarse de él durante unos metros. Bartolomé C. la fue persiguiendo, en una orgía de sangre, y finalmente le dio caza. La arrojó al suelo y le destrozó la cabeza con una lápida.

El día que se halló el cadáver destrozado de Ana Belén, Palma vivió una jornada negra. Un ascensor se cayó en un edificio en obras de la calle Miquel dels Sants Oliver, frente al centro militar de Es Fortí, y murieron tres operarios. No muy lejos de allí, a 400 metros, el Grupo de Homicidios levantaba el cuerpos sin vida de la 'parricida de Calvià'.

Tras el crimen, C. huyó del cementerio y se escondió durante cuatro días, con toda la Policía de Palma y la Guardia Civil tras su rastro. Hambriento y acorralado, se entregó al sacerdote de la iglesia de Santa Magdalena y volvió a mentir sobre lo que había sucedido en el campo santo. Luego, confesó el crimen en la Comandancia de la Benemérita, en la calle Manuel Azaña.

El psicópata fue condenado a otros 23 años de cárcel. De nuevo, entre rejas, tuvo un comportamiento modélico, pero los técnicos no se fiaban. En 2020 pidió un permiso, pero se lo denegaron porque no creían que estuviera arrepentido de sus crímenes. Él insistió en que se trataba de un tema humanitario, que llevaba casi toda la vida en prisión, pero la Audiencia confirmó la negativa y se quedó sin salidas.

En 2027, el panorama de Bartolomé C. C., que ahora tiene 53 años, puede cambiar drásticamente y por Ley podría acceder a la libertad condicional, que le permitiría obtener beneficios penitenciarios y salir de la cárcel. La gran incógnita es saber si se ha rehabilitado o sigue siendo el psicópata más peligroso de Mallorca.