De izquierda a derecha, Pedro Torres, Jaime Garau, Nicanor Góngora, Feliciano Franco, Biel Torres, Rafel Amengual y Pep Mayans posan frente a la Jefatura de la Policía Nacional, donde operaba el Grupo de Blanqueo. | Alejandro Sepúlveda

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Entre los siete pasaron 46 meses de su vida en prisión, para luego ser declarados inocentes. Seis policías locales de Palma y un funcionario de Cort rompen su silencio de años en una entrevista exclusiva con Ultima Hora y relatan el calvario que vivieron tras acabar en la cárcel por unos delitos que no habían cometido. Unos se divorciaron, otros estuvieron a punto de perder sus casas porque su sueldo fue embargado y todos van todavía a psicólogos. Son siete de las víctimas del exjuez Penalva, el exfiscal Subirán y el Grupo de Blanqueo. Siete vidas rotas para siempre.

Biel Torres era un objetivo prioritario: Era el jefe de la Patrulla Verde del cuartel de San Fernando. Ahora, tras su martirio de años, y ya declarado oficialmente inocente, lucha contra un cáncer: «Nadie tiene dudas de que me salió por culpa de las barbaridades que me hicieron. Me detuvieron tres veces, y estuve dos en prisión, para luego ser absuelto. La regidora Angélica Pastor quería medrar, por eso nos vendió, y el exalcalde Hila apoyó a los inquisidores», recuerda.

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El grupo en uno de los puentes del Paseo Mallorca, en Palma.

Al igual que Torres, Feliciano Franco, que era su número dos en la Patrulla Verde, destaca el papel de los llamados ‘policías honrados', colaboracionistas con el régimen de terror que instauraron Penalva y Subirán. «Me han sobreseído las tres causas que me imputaron, pero somos los olvidados, la ‘Causa Policías' no se ha juzgado, se encargó de ello el Tribunal Superior de Justicia, que llegó a decretar el sobreseimiento libre», lamenta. Para Pep Mayans, policía local, aquellos años «fueron un régimen de terror judicial. Nosotros fuimos los cabeza de turco. Nos han destrozado la vida a pesar de que éramos inocentes, lo cual se ha demostrado mediante sentencia, pero aún así no importamos a nadie. Estamos solos».

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Otro de los policías, Rafel Amengual, recuerda las fianzas altísimas que dictaban para todos ellos, y los esfuerzos desesperados que hicieron para reunir aquellas cantidades: «Todavía me tienen que devolver una parte», revela. Y el clima de terror que se creó en el cuartel con la regidora Pastor y el asesor Martí Capó, «que colaboraban en todo con Penalva y Subirán». El ingeniero municipal Pedro Torres, ‘cap de servei' del negociado de Actividades de Cort, es el único del grupo que no es policía: «Pero como si lo fuera, ya somos una familia». Para él, los investigadores «despreciaban sistemáticamente conocer la verdad y trituraban los mínimos derechos de los investigados. Quiero destacar el papel que jugó el periódico Ultima Hora, que fue el único que se enfrentó a este proceso inquisitorial que duró tantos años».

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Pedro Torres y Biel Torres charlan con el hijo del fallecido policía Miguel Estarellas, que acudió a apoyarlos.

Nicanor Góngora, agente en el cuartel de San Fernando, estuvo dos veces en prisión. «En la segunda querían que espiara a mis compañeros policías, para que luego les contara lo que hacían y decían en la cárcel. Los policías de Blanqueo Iván y Blanca me advirtieron que si no colaboraba no vería en un tiempo a mi hija, que iba a nacer».

Jaime Garau pasó cinco meses entre rejas, pero duda mucho que alguna vez se haga justicia con ellos: «Dicen que Subirán tiene grabaciones de jueces, fiscales y más personas relevantes. Así es muy difícil que tengan un juicio justo. Deberían ser juzgados por jueces de fuera». Los siete recuerdan que tras su paso por prisión les pidieron «penas de cárcel que superaban los treinta años», lo que agravó su sufrimiento. No olvidan, también, que algunos compañeros encarcelados no tuvieron tanta suerte «y perdieron el piso, porque tenían el sueldo embargado». Abatidos, sentencian: «Somos los parias de la Justicia: encerrar a policías inocentes en prisión les salía gratis».