El jueves comenzarán las declaraciones de testigos en el juicio.

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«Estoy en todas las tramas y es para decirles, decídanse. Es como si pagaran a la vez el Real Madrid y el Barça». Los policías acusados por haber recibido pagos del empresario Miguel Pascual en Platja de Palma niegan cualquier soborno o haber hecho favores a los locales del acusado. Los que estuvieron también en el banquillo de los acusados del ‘caso Cursach', subrayaron la incoherencia de ser acusados de estar a sueldo a la vez de dos encarnizados rivales. El agente Carlos Vallecillo fue el que más incidió en la tesis. «El único que tiene negocios similares al Bierköning es Cursach y por criterio de quien ya sabemos yo he estado en juicio por los dos», describió en su declaración.

En la jornada terminaron de declarar todos los policías locales acusados, con una serie de ideas comunes: la supuesta presencia policial en la puerta de los locales respondía a vigilancias establecidas por los mandos para controlar la calle del Jamón de s'Arenal en temporada estival. «Es imposible atravesar esa calle sin ser abordado por un vendedor ambulante, una prostituta o un carterista», explicó el oficial Carlos Tomás Picó. «Era el punto con más delincuencia de la ciudad». La explicación es común: se fijaban una serie de puntos fijos para que fuera visible la presencia de agentes y esos operativos se siguen haciendo a día de hoy.

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Otra constante: las luchas encarnizadas en el GAP, la unidad a la que pertenecían la mayoría de los acusados. «¿Cómo es posible que un grupo vea cosas sin estar conmigo?», según Tomás. «Los que estamos aquí somos sus enemigos», según Daniel Montesinos. El supuesto otro bando está citado para testificar el viernes.

De los diez funcionarios acusados, solo uno, el inspector Juan Llompart admitió tener una relación de amistad con el empresario acusado y su familia que remitió a su infancia en s'Arenal, donde eran vecinos. Aceptó que frecuentaba con amigos algunos de los locales pero negó recibir favores. Si le invitaron, fueron dos camareros con los, declaró, jugaba todas las semanas a las cartas. «Me siento muy ofendido, todo el mundo sabe lo que ha pasado y casi nadie por qué hemos pasado», añadió. Fue una de las múltiples alusiones a la instrucción y al papel del fiscal Subirán, condenado a nueve años de prisión, cuya actuación sobrevuela también este juicio. Tras las declaraciones de los acusados, las sesiones continuarán el jueves cuando comparezcan cinco testigos protegidas.