Caseta de 'El Indio', al que apodan Katmandú porque instaló una caseta de punto de venta que estaba desnivelada, a punto de volcar. | Alejandro Sepúlveda

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La inauguración oficiosa del nuevo poblado de Son Banya - sin canapés y con polvo blanco- coincidió con el inicio de la Eurocopa de fútbol, hace casi un mes. Desde entonces, cinco capos de la droga se disputan el trono del gueto recién remodelado. ‘La Taílla’, ‘El Vito’, ‘El Chepo’, ‘El Indio’ y ‘El Calé’ compiten para controlar el recinto y sacar el mayor rendimiento económico de las actuales instalaciones. En plena guerra fría, los jefes han llegado a un único acuerdo: los puntos de venta de droga tienen que estar alejados de las chabolas donde viven las familias.

Y el motivo de esta decisión no es un raro arrebato de humanidad, tan poco frecuente en aquellos lares, sino dificultar las investigaciones policiales. Antes, dentro de las casetas, se escondían los alijos y cuando los agentes irrumpían significaba la caída de toda la familia, que acababa en prisión. Con la nueva fórmula, los ‘capos’ creen que será más complicado relacionarlos directamente con la droga intervenida.

Esta semana, un equipo de Ultima Hora visitó el poblado, coincidiendo en la operación policial para derribar las fortificaciones que los clanes gitanos habían levantado. Y constató que el nuevo Son Banya ya tiene poco que ver con el viejo, al margen de que en ambos se vende droga las 24 horas del día. Los 365 días del año. Hace unos meses, los jefes emergentes, tras un cónclave, trazaron las líneas maestras del nuevo proyecto. Consideraban que el antiguo poblado se había quedado desfasado y que ellos, los suministradores, debían velar más por los clientes. Que siempre tienen razón. Incluso en Son Banya.

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Banderas de España y luces de Led para señalizar el nuevo circuito de Son Banya.

La obra de ingeniería dividía en dos la finca: a la entrada, una carretera principal nueva, junto a otra paralela, en forma de ‘U’ gigante. Una suerte de circuito de automovilismo coronado de banderas españolas y luces de Led a ambos lados, con curvas pronunciadas. «Allí ahora hay más luces que en la feria. Como no la pagan ellos», ironiza un mando antidroga consultado por este periódico.

El derroche de patriotismo, en forma de emblemas rojas y amarillas, es un guiño también en clave futbolística: «A los narcos solo hay una cosa que les gusta más que el fútbol: las peleas de gallos», apunta otro experto en la lucha contra el narcotráfico. Así, cuando el consumidor entra en el poblado, por el nuevo vial, es guiado continuamente por los porteros paraguayos. No hay pérdida posible. Y si el cliente se despista, las potentes luces de Led, en lo alto de las casetas, lo dirigen. Se podría decir que ven la luz.

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Potentes focos en uno de los puntos de venta en las nuevas barricadas.
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«Lo que quieren en realidad es hacer la experiencia más intuitiva. Antes era todo más siniestro, y ahora es muy moderno. Como si fueran por una gran superficie comercial», señala el mismo funcionario. En el nuevo circuito hay una caseta de centinelas, donde a cualquier hora del día hay un ‘aguador’ provisto de un walkie-talkie. Un método ochentero, pero efectivo. Los móviles podían ser pinchados y las radios, en cambio, son más fiables. Cuentan que algún avispado vigilante se ha quejado: «No puedo enviar WhatsApps». Nos queda la duda de cómo escribió esta última palabra, aunque mejor no saberlo.

En fin, ahora la calle 5 y en menor medida la 4 son donde se cuece el pastel. Los paraguayos ilegales contratados hace un tiempo como vigilantes se quedaban dormidos a menudo, sobre todo en las largas guardias de las noches, así que a los nuevos los relevan más rápidamente para evitar siestas inoportunas.

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Un poni, junto a gallinas y pavos en el poblado.

La relación entre los cinco capos de la droga es curiosa: algunos son familiares entre ellos, pero el negocio es el negocio, y no hay piedad con la competencia. «Si uno puede fastidiar al otro y hacer correr la voz de que la coca que vende está muy cortada, lo hace. Aunque sea mentira. No se enfrentarán abiertamente, pero hacen todo lo que está en sus manos para vender más», apuntan.

El más veterano es ‘El Calé’ y ‘La Taílla’, ‘El Chepo’ y ‘El Vito’ son escisiones del clan de ‘El Ove’, que antes los aglutinaba a todos. Su entrada en prisión alteró los planes y sus familiares fundaron sus propios clanes. ‘El Indio’, el quinto en discordia, empezó siendo un trabajador de ‘El Chepo’, pero ahora va por libre. Todos ellos tienen una característica en común: han sido detenidos en numerosas ocasiones y su historial policial es kilométrico.

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El poblado gitano está lleno de patos.

La caída de ‘La Paca’ los dejó a todos huérfanos, aunque a unos más afectados que a otros. Bueno, en realidad todos celebraron la oportunidad que se les brindaba. Ahora, tras años de duelo logístico, porque manejar aquel imperio no es tarea sencilla, los candidatos han decidido modernizar el poblado y comenzar la carrera para entronizar al nuevo rey de Son Banya. Normal, pues, que lo primero que hayan construido haya sido un circuito.