Una de las muchas ratas muertas que hay en las calles del poblado. | ALEX SEPULVEDA

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En el poblado de Son Banya no solo hay drogas. Últimamente hay más animales que nunca, aunque no tan exóticos como en la época de ‘El Ico’, que sentía debilidad por los monos. Ahora hay patos, gallinas, ponis, perros y una invasión de ratas. Algunas de ellas grandes como conejos, según comprobó este periódico esta semana. Y con las altas temperaturas el hedor por la basura en descomposición es insoportable.

A pesar de la dura competencia entre clanes, los fines de semana, sobre todo por la tarde y la noche, se disparan las visitas al poblado gitano, que registra colas de coches para entrar por el nuevo vial construido. Son cientos de consumidores en un fin de semana.

Esta semana, la policía y los operarios municipales derribaron parte de las fortificaciones de Son Banya, en una operación relámpago. Sin embargo, la tregua ha durado poco y los clanes ya están reconstruyendo aquellas paredes formadas por coches quemados y basura.

Las viejas bombillas del poblado han sido sustituidas por luces de Led, más potentes, y algunos vecinos comentan que «por las noches, el poblado parece una feria, lleno de luces por todos lados». Se trata de tranquilizar al visitante, para que entre sin miedo.

A los cinco capos consagrados del poblado, les suceden, en el escalafón, una serie de ‘virreyes’ que esperan pacientemente su momento. Que no es otro que el de montar una caseta propia de venta de droga. Lo que equivale a que les toque la lotería.