El Sapo durante su entrevista en el documental. | Sky Showtime

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Ibiza, «el lugar perfecto para ejecutivos hastiados, amas de casa maduras y hermosas señoritas». Así comienza el documental que Sky Showtime ha dedicado a la isla de Ibiza y, más concretamente, a los narcotraficantes que pasan por ella. Intercalando lo «nuevo con lo viejo», las primeras imágenes ya contrastan el lujo de la tranquilidad de las villas con piscina con el frenesí de las fiestas nocturnas.

La isla «empieza como el lugar soñado para los hippies, pero después se vuelve la capital europea de la droga», relata ese sensacionalista documental británico. «Era el lugar más loco del mundo, el mejor lugar en el que estar». «Pronto te das cuenta de que es bastante oscuro: gangsters, cárteles, gente grande y fuerte como para reventarte». Éstas son algunas de las definiciones que se ofrecen de Ibiza en los primeros dos minutos de episodio, que ya derivan hacia el crimen y las mafias: «Un lugar muy bueno para matar a alguien y hacerlo desaparecer».

El primer episodio del documental Ibiza Narcos se centra especialmente en los hippies, en cómo llegaron a la isla y sus experiencias en las comunas y con la droga. Según los productores y colaboradores, fueron los hippies los que introdujeron el negocio de la droga en Ibiza, así como la razón por la que abrieron los primeros clubes nocturnos.

El Sapo

Jon Imanol Sapieha Candela, alias El Sapo, se define él mismo como el líder del grupo criminal más grande e importante en la distribución de droga en Ibiza, además de realizar otro tipo de crímenes como los robos a mano armada. Nacido en 1963, El Sapo llegó a Ibiza con tan solo seis años, cuando su padre, «un hippie rico con el pelo largo y conduciendo un Ferrari», le trajo. Sapieha explica que los hippies como su padre consumían todo tipo de drogas, además de traer sus propias sustancias.

A El Sapo no le gusta el modo de vida de los hippies. Nunca se ha sentido atraído por las costumbres o por ir todo el día drogado. Él mismo asegura que nunca se ha fumado un porro y bromea: «Seguro que hay vegetarianos que venden carne». «Soy un completo capitalista». Puede verse que El Sapo siguió los pasos de su padre, si bien a gran escala, ya que éste organizaba el transporte de hachís desde Marruecos a España. Las mafias organizadas desde lugares como Francia o el norte de África sacudieron el mercado de la droga en Ibiza, relata este documental. Los hippies tuvieron que echarse a un lado.

Luis Alfonso Ares Fernández en el documental. | Sky Showtime

«Mi padre pertenecía a lo que se denomina la ‘hippie mafia', pero yo no. Es un tipo de crimen desorganizado. ¿Cómo vas a organizar a personas que están colocadas hasta el culo todo el día?», comenta El Sapo. Él se introdujo en el negocio cuando el barco en el que su padre traficaba desapareció «sin que nadie supiese qué había pasado».

Este suceso consiguió que El Sapo se convirtiera en el criminal que llegó a ser. Comenzó a importar hachís de Marruecos y compró varios barcos para ejercer su actividad ilegal. «Durante diez años importé 120 toneladas de hachís anuales», afirma El Sapo, quien dice que la droga ni siquiera iba oculta en los barcos.

El crimen organizado

Para él, «las cosas cambiaron» en los años 80 cuando los medios de comunicación empezaron a mencionar «que la gente viene a Ibiza a tomar drogas». «A partir de entonces, empezamos a tener turistas de todo el mundo», explica.

Harry, el troubleshooter, perteneció a una organización criminal inglesa, de las primeras que entraron en la isla para hacerse con el negocio de la droga. Harry habla del reparto de territorios isleños entre mafias y utiliza numerosos eufemismos para no especificar que hacían «desaparecer» a personas contrarias al negocio. Llegaba a disfrazarse para parecer diferentes personas y controlar que los pagos fueran correctos y el negocio como la seda.

Luis Alfonso Ares Fernández, detective policial, entra en escena, según relata el documental, cuando la droga ya estaba más que presente en Ibiza. Ares Fernández entró en el grupo de drogas de la Policía (compuesto por unas cinco personas) en 1987 y vivió la llegada del éxtasis, «llamada píldora del amor».

La persecución del éxtasis

«Nosotros pisábamos mucho la calle y contactábamos con informadores», indica Ares Fernández. Jean-Michel Fueter, un delincuente «marginal», según se define él mismo, vino a Ibiza tras ser detenido varias veces en su Suiza natal por pasar hachís. Su objetivo en la isla era convertirse en «un profesional en hacer nada». «La gente era pobre y estaba feliz en alquilar sus fincas a los hippies», continúa Fueter.

La producción revive algunos de los momentos vividos por Fueter en las fincas hippies, donde se comerciaba con droga de diversas «potencias» que guardaban incluso en biblias huecas. El suizo se convirtió en camello para conseguir dinero y comprar más droga para él mismo. Sin embargo, con la llegada del crimen organizado, Fueter se hizo traficante, uno de los primeros en comerciar con éxtasis e incluso enviarlo a otros países desde Ibiza.

Jean-Michel Fueter en el documental. | Sky Showtime

El policía Ares Fernández y su grupo le seguían la pista a Fueter, llevando a cabo labores de vigilancia las 24 horas del día. El 24 de marzo de 1984, el grupo policial procede a detener al traficante suizo cuando iba a su «oficina» a recoger pastillas para marcharse a Valencia. Fue la mayor incautación de éxtasis realizada en Europa hasta el momento.

Clarkson afirma que el arresto de Fueter (quien pasó tres años en prisión) marcó el final del «sueño hippie». El Sapo, por su parte, explica que la Policía «tiene que hacer números», realizar arrestos, y que era mejor para ellos «coger a gente que no representaba ningún peligro» que atrapar a personas «que son un peligro si les molestas». «Yo respeto a la Policía porque nunca me han hecho nada», comenta Sapieha.

Según cuenta, solo una vez le pillaron, cuando viajaba en un barco con 58 toneladas de hachís, y le encarcelaron. «Pero no pasa nada; cuatro meses y medio y fuera», afirma, además de explicar que nunca se le pasó por la cabeza dejar su «trabajo» al salir de prisión. «Una semana después de salir hago lo mismo pero más grande, para recuperar dinero perdido», concluye este narcotraficante.