Una de las trabajadoras del bar de Es Portitxol, en Palma. | Isaac Hernández Rubio

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Las trabajadoras de un bar de Es Portitxol, en Palma, aseguran vivir atemorizadas por culpa de un cliente que cuando se emborracha provoca altercados con el resto de personas que acuden a diario a su establecimiento. Sanaa, camarera de uno de los locales afectados por el comportamiento violento y agresivo de este hombre, ha explicado que se trata de un vecino mallorquín y de buena familia, que sufre problemas con el alcohol. «De día se porta súper bien, ayuda a todos los vecinos del barrio y es una persona extraordinaria. Es de noche cuando se trasforma, sobrepasa todos los límites permitidos y cambia de personalidad por completo», apunta la trabajadora.

Del mismo modo, la camarera ha explicado que cuando el cliente ingiere grandes cantidades de alcohol, se pone muy violento y comienza a propinar golpes y generar altercados y conflictos. Es más, busca la provocación con el resto de clientes. «Se pone a dar golpes y a amenazar a la gente. Se pelea con cualquiera que pase por delante de él». Asimismo, la empleada lamenta que sean los clientes quienes terminen pagando las consecuencias de su actitud. «Hace unos días una familia que iba con un bebé tuvo que levantarse de la mesa y marcharse por el cariz que estaba tomando la situación».

Por su parte, Sanaa ha reiterado que «No puede ser que esté hablando con una compañera o con un cliente sobre un plato y él esté detrás amenazando de muerte». No obstante, también ha explicado la Policía Nacional ha tenido que intervenir en reiteradas ocasiones, «Aunque siempre termina en libertad pasado poco tiempo».

«Me gustaría que no bebiera porque es un hombre muy bueno, pero si bebe y se comporta de este modo, es mejor que no esté aquí, deberían de llevárselo a algún centro y que el Gobierno lo ayude de alguna manera». «En este establecimiento únicamente trabajamos mujeres, por lo que nos sentimos desprotegidas cuando llega la noche. Al ser chicas las que estamos contratadas al acercarse la noche nos vemos solas, porque esto quieras o no es una zona dónde la gente únicamente viene para practicar actividades deportivas durante el día. Al tocar las once de la noche y tenemos que ir a tirar la basura, nos sentimos desprotegidas. Tenemos miedo», concluye.