Guardia Civil y Policía Local de ses Salines custodian el momento en el que retiran el cuerpo de Veronika Hoffmann, apuñalada por el hombre al que sacó de la indigencia, Celestino Rodríguez, en la Colònia de Sant Jordi en septiembre de 2019. | J. SOCIES

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La Colònia de Sant Jordi revive viejas heridas cinco años después de un crimen que conmocionó a la localidad. El homicidio de una mujer suiza de 74 años a manos de la pareja de su hija este miércoles 25 de septiembre sacude al núcleo turístico como lo hiciera el domingo 22 septiembre de 2019 el asesinato de Ika Hoffmann, también de nacionalidad germana y 59 años de edad, tras ser apuñalada por el hombre al que había sacado de la indigencia. Hace más de dos décadas que los vecinos más antiguos también quedaron en 'shock' por la muerte de Margarita Veny, víctima de Jordi Antolí en un doble crimen que conmocionó a toda Mallorca.

Los residentes en la Colònia de Sant Jordi se sobresaltaron a la hora de la cena y en las tertulias del miércoles era inevitable aludir a otro suceso trágico a pocos kilómetros de la escena y sucedido hace tres años y tres días. Aquel domingo de 2019 varios vecinos vieron a Celestino Rodríguez Sabina, natural de Granada y de 59 de años, lleno de sangre. Eran poco más de las 6 de la mañana en el número 14 de la avenida Primavera cuando Ika Hoffmann había sido apuñalada.

El crimen machista se saldó con una condena de 20 años y Celestino Rodríguez también fue condenado a pagar 100.000 euros a cada uno de los dos hijos de la víctima, con la que inició una fatal discusión porque los gatos habían defecado por todo el apartamento. «Me tomé cuatro o cinco copas y acabé con ella. Sí, la maté, pero es que me volvió loco», confesó el asesino en el juicio celebrado en mayo de 2021.

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La Colònia de Sant Jordi ya se había sobrecogido en agosto de 2003 con otro crimen impactante. Jordi Antolí mató a su esposa María Asunción Llambés en Palma y después se desplazó en coche a la Colònia de Sant Jordi para acabar con la vida de Margarita Veny. Fue la noche del 5 de agosto, poco después de las diez, cuando un residente en el edificio de la calle Major junto a la Plaça Constitució escuchó unos gritos procedentes de la casa en las que el celador el vidente y celador del Psiquiátrico acabó con la mujer de 58 años y que vivía sola en la planta baja.

Margarita Veny hacía poco tiempo que se veía con Jordi, con el que mantenía una vieja amistad. Hacía unos meses que había sido abuela y sus allegados la consideraban «una mujer plenamente feliz» tras su divorcio. Aquella noche cenó y estuvo con sus hijos hasta, aproximadamente, las once de la noche.
Al día siguiente tenía libre y Jordi irrumpió en su casa pasada la medianoche. La víctima le abrió sin sospechar que acabaría con su vida de seis puñaladas.

El asesino, que horas antes había acabado con la vida de su mujer, se subió a su coche Ford Mondeo con la intención de suicidarse. Minutos antes había intentado quitarse la vida clavándose un cuchillo en el abdomen, pero se asustó y la herida que se infligió delante del cadáver de su amiga no fue muy profunda, al menos no lo suficiente para causarle la muerte. Tampoco lo consiguió en su segunda tentativa al empotrar su vehículo frente al Estadi Balear y acabaría falleciendo un año después de sufrir una embolia en prisión y perecer en Son Dureta. Siempre sostuvo que había llegado a un «pacto de sangre» con las dos mujeres, para que los tres se quitaran la vida, pero los investigadores no creyeron una palabra de lo que estaba contando. Había tenido un infarto y estaba gravemente enfermo de otra dolencia.