Antònia Salamanca Garau, de 51 años, entrando en los juzgados de Vía Alemania de Palma. | Jaume Morey

TW
24

Antònia Salamanca Garau no atravesaba por su mejor momento. A sus 51 años había enterrado a sus padres, de los que tuvo que cuidar hasta el último momento, y había perdido el trabajo. También tenía problemas con la bebida y, por si fuera poco, sufría una terrible depresión. La asesina confesa de Sineu enloqueció y, el domingo 14 de abril de 2024, acabó con la vida de su anciana tía Cati, de 91 años, que recibió una cuchillada mortal en el pecho.

Tras su detención y puesta a disposición judicial, el juez de guardia ordenó su ingreso en prisión preventiva. En estos momentos, Antònia permanece ingresada en el centro penitenciario de Palma. La asesina confesa ha sido sometida a varias pruebas psiquiátricas que han determinado una serie de patologías que apuntan a que la acusada «no sabía lo que hacía». Es más, el día de los hechos la mujer había consumido grandes cantidades de alcohol y la ingesta alteró su comportamiento.

Ahora, su defensa jurídica, a cargo del letrado Eduardo Luna, está recabando informes de prestigiosos psiquiatras para tratar de esclarecer si es posible que en el momento de producirse los hechos Antònia Salamanca no pudiera comprender la gravedad de sus actos y que estuviera bajo los efectos de un brote psicótico u otra circunstancia que anulaba su voluntad. Le suministraban fentanilo por prescripción médica.

Noticias relacionadas

Una de las claves del caso y que podría sostener esta versión es la aportación de la llamada que hizo la asesina confesa al 112. En la misma puede escucharse a la mujer mientras pide un certificado de defunción a un médico para un familiar que había muerto y que habían enterrado en la carretera de un pueblo de la Serra que a la difunta le gustaba mucho. Una llamada muy extraña que denotaría un comportamiento de una persona que tenía sus capacidades mentales alteradas. Antònia mató a su tía, de 91 años, y luego introdujo su cuerpo en una maleta, pero como no entraba lo forzó con tal violencia que parece ser que le fracturó la columna vertebral.

La nonagenaria estaba gravemente enferma y su estado se deterioraba día tras día. Padecía unos dolores insoportables y su sobrina, que cuidaba a diario de ella, le suministraba fentanilo, una medicación tremendamente potente, que ha causado una epidemia sanitaria por su mal uso entre toxicómanos de Estados Unidos.

Pese a todo, la mujer tenía momentos de lucidez y cuando los efectos del medicamento se disipaban se volvía loca de dolor. Ese domingo todo se juntó. Antònia se había bebido más de una botella de vino y no paraba de escuchar las quejas de su tía. Se había caído del sofá y había vomitado como consecuencia de la dura medicación que le administraban. Fue entonces, por la tarde, cuando Antònia enloqueció. Se abalanzó sobre ella y le clavó un cuchillo en el pecho. Cogió una maleta de viaje de color rojo y trató de introducir a la anciana dentro. La mujer pesaba solo 40 kilos.