Las personas que se han instalado en los locales acumulan una gran cantidad de trastos en la via pública. | Isaac Hernández Rubio

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Una vecina de Son Gotleu lidera la resistencia de los primeros vecinos que llegaron a la barriada palmesana y estalla ante la degradación que sufren las calles de la zona y lamenta que la situación ya es insostenible. «Esto ya no hay quien lo cambie. Son Gotleu no tiene solución», asegura la mujer, que lleva toda la vida viviendo en este barrio.

Luisa (nombre ficticio) explica que la mayor problemática que se puede apreciar actualmente en la zona es la conversión de locales en viviendas en los bajos de los edificios. «Hace poco tiempo que están aquí, pero ya se ponen a hacer barbacoas en la acera con las mesas fuera. Los niños se ponen a jugar al fútbol sin miramiento alguno; yo paso con miedo a que me den un balonazo», lamenta la residente, que también ha comentado que «hace unos días que se dedican a poner la música a todo volumen en la calle, por lo que no puedo hacer vida en mi propio salón de casa. Si me apetece ver las noticias, me tengo que ir a otra habitación».

Del mismo modo, la denunciante ha comentado que la sensación de falta de seguridad en la barriada, cada vez va más en aumento. «A mi madre, de 90 años, la asaltaron en nuestro propio edificio. Ella iba a subir las escaleras, cuando unos individuos que estaban en el rellano, le dijeron que pasara ella delante, que ellos subirían despacio. En un momento dado la agarraron y le robaron una cadena en la que llevaba grabado a mi hermano difunto. A consecuencia de la fuerza que utilizaron mi madre cayó al suelo y sufrió varias lesiones», relata la vecina.

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La familia de Luisa no es la única que se ha visto afectada ante este significativo incremento de delincuencia en las calles de este núcleo urbano de Palma, otra residente del mismo bloque se ha visto obligadas a tomar medidas. «Una vecina ha tenido que poner una puerta blindada porque le han entrado a robar en varias ocasiones. Ahora no puede dormir debido al miedo que tiene», añade la perjudicada.

La mujer relata también que constantemente tienen que reparar la puerta del portal del edificio, dado a los daños que sufre a menudo. «Nos rompen constantemente la cerradura de la puerta de abajo. Aquí entra cualquiera y hace lo que quiere. Hay un hombre que se ha montado una vivienda en el rellano de la azotea. No le falta de nada, tiene nevera y cama», explica la afectada. Las drogas y la okupación es algo que llevan azotando a esta barriada desde hace ya varios años, en el bloque donde vive Luisa, esta combinación se deja ver de cada vez más. «En el cuarto y en el quinto hay okupas y se comenta que lo que hacen es alquilar las habitaciones de los pisos a los que entran. He visto a gente pinchándose en el rellano. Además, el olor a marihuana es a diario, pero hay veces que no se puede...» cuenta la vecina.

Finamente, Luisa lamenta querer irse del barrio que la vio crecer. «Me duele. Lloro porque es la casa de mis padres; me he criado aquí y no es agradable ver que mi madre siempre quiso vivir aquí cuando vino de la Península y pagó el piso poco a poco. Ahora tengo miedo de seguir viviendo en mi casa. Es una auténtica pesadilla y tenemos miedo», concluye la denunciante.