La policía precinta la zona donde se produjo el brutal crimen, el martes. | Isaac Hernández Rubio

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Los carteristas, por regla general, no son violentos. No es el caso de Virgiliu Teianu, al que él quería que llamaran 'George', el delincuente rumano de 40 años que permanece detenido en los calabozos del Cuerpo Nacional de Policía por el brutal crimen de su compañera sentimental en el Coll den Rabassa.

Las fuentes policiales consultadas han trazado un perfil del acusado demoledor: «No tenía escrúpulos y usaba la violencia para obtener lo que quería, a su antojo. En nuestro argot, lo podemos calificar de muy peligroso». El hombre tenía dos hijas de dos y ocho años y hacía la vida imposible a Chari, su pareja. Los malos tratos, tanto físicos como psicológicos, eran habituales y el entorno de la mujer lo tiene claro: «Se veía venir que esto podía acabar muy mal».

'George' engañaba por su complexión. Era normal: ni demasiado fuerte ni demasiado alto. Sin embargo, cuando perdía el control, que era algo muy habitual, se convertía «en un auténtico demonio». En 2022 confirmó esa sangre fría que tanto pánico causaba a sus conocidos: con otros cinco amigos intentó matar a un portero en s'Arenal. La víctima no murió de milagro.

Acabó en prisión preventiva, pero no estuvo demasiado tiempo. Cuando salió, como era de esperar, ni asomo de rehabilitación. Siguió frecuentando la Platja de Palma y s'Arenal, y se ensañaba a menudo con su mujer, que llegó a denunciarlo ante la Guardia Civil: «Me va a matar».

Las compañías que el varón frecuentaba en s'Arenal y Palma no eran las más recomendables, aunque él sabía moverse en los bajos fondos. Su pandilla, como él, se fue radicalizando de forma alarmante, mientras disfrutaban de 'Palma, la nuit'. Que era el momento en el que campaban a sus anchas, marcando su territorio con bates de béisbol.

Cuentan que el delincuente, en ocasiones, paseaba por la calle con un cuchillo de considerable dimensiones, por si las moscas. Como el que llevaba el martes por la tarde, cuando se enfureció por enésima vez y apuñaló en el rostro y cuello, de forma repetida, a su pareja, mientras circulaban por el Coll den Rabassa. En el asiento de atrás viajaba la hija de ambos, de dos años. Al 'monstruo' no le importó. De hecho, no le importaba nada.