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«Lo he perdido todo», contaba entre lágrimas Yolanda Minuesa, una de las vecinas de Inca que ha tenido que ser desalojada junto a su madre tras venirse abajo un techo en un edificio de la calle Martí Metge de la localidad, en el que residían. En una entrevista con este diario, la joven ha expresado que «me siento como si me hubiese ocurrido lo peor que te puede pasar en este mundo, yo he nacido y crecido aquí», recuerda la afectada.

Este viernes por la mañana, Yolanda y su madre han podido entrar, junto a un técnico municipal y agentes de la policía local, para recoger las cosas que necesitarán, como medicamentos o ropa. Tras ello, la joven se ha derrumbado y ha explicado la situación en la que se encuentran actualmente. «Nos han sacado porque no se puede vivir y ahora nos encontramos en una situación en la que supuestamente nos tienen que dar ayudas para poder vivir, aunque por el momento solo nos han ofrecido una casa de acogida con familias, a la que no nos dejan ir hasta la semana que viene. Estamos en la calle. Hoy hemos dormido en el Casal de Joves de Inca», ha contado la perjudicada.

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Asimismo, la mujer ha lamentado tener que verse de esta manera. «Nos tenemos que buscar la vida. Los alquileres no son tan fáciles, te piden demasiados papeles y no todo el mundo se lo puede permitir», ha concluido Yolanda.

Noemí Cascajosa, es otra de las inquilinas afectadas, que a un mes y medio de dar a luz se ve en la calle con su marido y su hijo de 6 años. «Nos sacaron con una maleta y bolsas. No sabemos nada, ni siquiera si podremos volver o cuando nos dejaran entrar a coger más cosas», recuerda la mujer, que asegura sentirse totalmente abandonada. «Nadie nos da soluciones, la asistenta social nos manda a un albergue con más familias, separados de nuestro hijo o a una casa compartida», explica la vecina.

Del mismo modo, ha lamentado que «Me siento engañada porque lo único que me dijeron los propietarios era que tenía humedad, ellos ya sabían como estaba esto desde hace tiempo. Llevamos aquí desde agosto y me veo sin casa, sin ropa, con una maleta para los tres y sin soluciones», concluye Noemí.