El matrimonio y su hija asesinados en Italia en junio de 1980.

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Era corpulento, de aspecto fiero y lucía un característico bigote. Pero lo más llamativo de Rolf Friedrich Meixner es que llevaba un tatuaje en el antebrazo izquierdo, en forma de un sarcófago flotante con una cruz. Toda una macabra carta de presentación de un criminal que en junio de 1980 masacró a una familia en Italia y luego huyó a Mallorca. Esta es la crónica de la caza de un asesino que puso en máxima alerta a las autoridades mallorquinas. Era tal su peligrosidad, que en Alemania llegaron a ofrecer una recompensa de 15.000 marcos a cualquier persona que ofreciera algún dato sobre su paradero.

El delincuente alemán, nacido en 1937, contaba en esa fecha con 43 años. Había pasado trece entre rejas, por distintos delitos, y acumulaba robos, fraudes, estafas o asaltos sexuales. Medía casi un metro ochenta y era un embaucador formidable.

Ese verano de 1980 viajó a la localidad de Chiavari, en el golfo de Génova, y se fijó en las que iban a ser sus próximas víctimas: un matrimonio de compatriotas que pasaban unos días de vacaciones con su hija de 13 años, en un velero bautizado Bermin II.

Rolf, que también era conocido como Heinz Gschwandtner o Bernhard Herke, se había implantado prótesis dentales de oro en el maxilar superior. Nadie sabe a ciencia cierta cómo consiguió acercarse a la familia alemana. Primero masacró al matrimonio y después acabó con la niña. Tras el triple crimen, huyó con su embarcación, primero a Elba y después a Córcega y Cerdeña.

Fue en esta última isla donde unos compatriotas le tomaron una fotografía, en la que se le veía en bañador de natación, sonriente y relajado. Como si tal cosa. Nadie sospechaba que acababa de matar a una familia.

La foto que tomaron a Rolf tras el triple crimen de Italia. Nada evidenciaba que acababa de matar a una familia entera.

Para burlar a los investigadores, que ya habían encontrado los tres cadáveres, Rolf cambió el nombre del velero por Thal. Y siguió su huida por el Mediterráneo. Salió de Cerdeña con destino a Formentera, donde llegó a finales de agosto. Allí, sintiéndose acorralado, abandonó la nave y se dirigió a Menorca. Fue precisamente en esa isla donde conoció a otra familia alemana, que acabó secuestrando.

Se quedó con su yate, llamado Starberg y el 3 de septiembre liberó a sus víctimas y escapó hacia Mallorca. Cuando llegaba a Porto Cristo, sin embargo, embarrancó en Cala Barques y tuvo que ganar la costa a nado. Fue entonces cuando las autoridades de Franckfurt ofrecieron una recompensa de 15.000 marcos (una fortuna para la época) a las personas que pudieran aportar alguna información sobre el fugitivo, que estaba en libertad condicional.

De hecho, un fiscal, un comisario y dos inspectores germanos viajaron a la Isla para seguir de cerca la cacería del enemigo público número 1. El cerco se iba estrechando y el 12 de septiembre Ultima Hora publicó en portada que el peligroso criminal andaba suelto. Esa misma noche, cuando esperaba para embarcarse con destino a Menorca, en la terraza de un bar de Portopi, fue apresado por los policías de Palma.

El convicto, tras ser detenido en una terraza de un bar de Portopí, en Palma.

La caza había finalizado. Rolf no se resistió y en la bolsa de tela que portaba hallaron un cuchillo de grandes dimensiones, con el que supuestamente amenazaba a sus víctimas. Fue extraditado a Alemania, donde le condenaron a cadena perpetua.

Tras muchos años en prisión, se le denegó la libertad y unos años después la autoridad penitenciaria le impuso restricciones, aunque fueron declaradas ilegales y anuladas judicialmente. Se le consideraba un sádico, y soltarlo suponía un riesgo serio de que volviera a delinquir. Rolf, ya envejecido tras media vida entre rejas, contrató a un prestigioso abogado y batalló contra las autoridades de su país. Acudió, incluso, a la justicia europea.

En 2004, solicitó un permiso de salida para reunirse con su abogado pero no le fue concedió, por presentar un alto riesgo de reincidencia y de huida. El 17 de enero de 2006 el tribunal regional de Kassel estimó un recurso presentado por el demandante, concluyendo que las autoridades penitenciarias no habían actuado de modo arbitrario al negar el permiso de salida, y además se le concedió que el letrado podría visitar al condenado en la prisión.

Se van a cumplir 45 años del brutal crimen del velero en Italia y de la huida de Rolf por Baleares. Muchos veteranos de la policía mallorquina lo recuerdan de forma vívida: "Era una caza contrarreloj; sabíamos que volvería a matar. Era cuestión de tiempo".