Los 'prohoms' -encargados de custodiar la santa imagen- y los 'sobreposats' -portadores del Sant Crist-, ante la imagen del Crist de la Sang. | Eugenia Planas
Un año más, miles de fieles y devotos se volcaron en la procesión más destacada de la Semana Santa palmesana, la procesión del Jueves Santo o procesión de La Sang, En la plaza del Hospital, numerosos fieles aguardaban la salida de los cofrades y de los pasos que en la misma plaza estaban a la espera de su turno, de manera bien organizada por Miguel Llabata, presidente de la Asociación de Cofradías. Poco antes de las siete de la tarde, la plaza y la cuesta de La Sang ya estaban repletas de público, y todos querían mantener su posición privilegiada. El Crist de la Sang esperaba aún yacente su momento mientras el olor a incienso inundaba una iglesia repleta de fieles deseando venerarle. Aguardando turno de salida, muchas caras conocidas de la sociedad palmesana, a los que se podía reconocer sin ataviarse aún el capirote. De pie, esperaban damas con mantilla, políticos, empresarios y decenas de gentes anónimas devotas y amantes de las tradiciones.
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