El frío reinante no deslució los atuendos más ligeros. | Gabriel Alomar

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La comunidad boliviana en Mallorca celebró ayer su propia Rua con motivo de su popular Entierro del Pepino, equivalente al español Entierro de la Sardina, una celebración que pone fin al Carnaval de Bolivia, considerado patrimonio oral e intangible de la humanidad, según los organizadores.
El evento reunió a centenares de espectadores ante un desfile de ocho comparsas que se hizo esperar, pero que cumplió las expectativas al llegar al recinto donde se concentraban los chiringuitos. Destacaron por su vestimenta y acompañamiento musical la Fraternidad Cultural Bolivia, la Fraternidad Caporales San Simón, la Fraternidad Arco Iris, el Ballet Cambas Vagos, el Think+us Raimi, Boces, la Asociación Chilena Ayelen o la Asociación de Mujeres Latinas de Ecuador, con representación de célebres bailes como La Morenada, La Diablada o Los Caporales, inspirados en el folclore ancestral y en ocasiones de contenido crítico o religioso sobre la esclavitud, los terratenientes coloniales, la Virgen y el diablo.
Los asistentes pudieron degustar durante todo el desfile platos típicos de Bolivia, como las empanadas picantes de ternera, los pinchos, los chorizos, las hamburguesas, el queso a la plancha, los buñuelos o el pan de bono.
En abierto contraste con la concentración de público existente en el recinto, llamó la atención el largo recorrido de la cabalgata por las frías calles de un polígono de Son Rossinyol completamente desértico, y con grandes intervalos entre las comparsas participantes.