Riki Lash | S. Amengual

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El esplendor de Ciro's –el nigth club en el que trabajó Riki Lash- duró tres décadas. Las de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, cuando Europa enterraba tristezas. Para Mallorca y el resto del Estado, eran tiempos tan pobres como oscuros. Espriu escribiría que la gente feliz estaba en el norte. En las pantallas de los cines de barrio –las que forman parte de la atmósfera novelística de Juan Marsé, Manuel Vicent y Jaume Fuster- aprendimos que en Hollywood estaba la gente guapa. California pasó a formar parte de nuestros sueños. Allí se desconocían los sabañones y las ropas zurcidas. Y el hambre y el miedo. Allí, los coches –de carrocería brillante, largos como tiburones-, se deslizaban por carreteras anchas, sin charcos de agua turbia. Y había un sitio para cada cosa y una cosa para cada sitio. Nada sabíamos de McCarthy, un cretino que simpatizaba con Franco. Ni de que la infelicidad se disimulaba con los cosméticos o tras las gafas oscuras. En Ciro's coincidían McCartney, los capos de la mafia y los rostros que vendían sueños felices a medio mundo. Riki Lash trató a Marilyn, a Bogart y a Lauren Bacall, a Judy Garland, a Mickey Rooney y a Lana Turner. Y a otras estrellas. No obstante, es avaro de sus recuerdos. O de sus secretos. O simplemente de sus sueños. Beverly Hills se sueña. En uno de sus primeros libros, aún de la etapa castellana, Muerte en Beverly Hills (El Bardo, 1968), Pere Gimferrer nos habla de este mundo intuido, hecho de sensaciones. Reproduzco unos versos: “La noche tiene cálidas avenidas azules./Sombras abrazan sombras en piscinas y bares./ En el oscuro cielo combatían los astros/ cuando murió de amor,/ y era como si oliera muy despacio un perfume”.

Sonríe con los labios prietos, como si fueran el filo de una navaja. Y es tan cordial como reservado. Riki
Lash (Richard Lazaar en el pasaporte) nació en Beverly Hills quién sabe cuándo. Es periodista. Hizo ra-
dio en Los Àngeles y, más tarde, en Mallorca. Desde hace unos cuarenta años forma parte de la planti-
lla del Majorca Daily Bulletin.
Le comento que todos los estadounidenses han hecho una guerra, por lo menos. Le pregunto cuál fue la suya. Me responde:
Riki Lash.- La Primera Mundial, la de 1914.
Llorenç Capellà.- ¿Y pisó por primera vez Europa con casco y fusil...?
R.L.- ¡No! Eche cuentas. Si hubiera combatido en la primera Gran Guerra no podría estar aquí, hablando con usted. Sería viejísi-
mo, viejísimo...
L.C.- ¿No lo es?
R.L.- Tengo treinta y nueve años. Dígamelo, si aparento más. Pero no me decepcione.
L.C.- No lo haré.
R.L.- Llegué a Mallorca en la década de los cincuenta. Y antes no había estado en Europa. Tampoco he participado en ninguna
guerra. Le mentía.
L.C.- Vale.
R.L.-Yo siempre acabo diciendo la verdad.
L.C.- ¿Entonces es cierto que nació en Beverly Hills?
R.L.- Naturalmente. En una ciudad en donde todo el mundo es rico. ¿Sabe que nadie envejece en Beverly Hills...? Los residentes se ponen en manos de los cirujanos plásticos. Nadie tiene arrugas, ni verrugas ni nada que les afee.
L.C.- ¿Y pasado...? ¿Tienen pasado?
R.L.- Como cualquiera. Pero el californiano gusta de mirar hacia delante. En cualquier caso, el pasado colectivo sí que intere-
sa desde un punto de vista cultural. Estamos muy orgullosos de nuestras raíces hispanas. Y se nota la influencia española, sobre todo en la arquitectura. Quedan en pie grandes villas de carácter español. ¡Y valen una fortuna!
L.C.- ¿California constituye un mundo aparte en los Estados Unidos?
R.L.- Seguro que sí. Es el más liberal de todos los Estados. Y su clima es mediterráneo. Se asemeja muchísimo a Mallorca.
L.C.- ¿Cómo ganó el primer dólar, Ricky...?
R.L.- Haciendo radio y televisión. Estudié periodismo y tan pronto me licencié encontré trabajo en el restaurante Ciro's, propie-
dad de Frank Sinatra.
L.C.- ¿Se refiere al nigth club de los famosos?
R.L.- ¡Sí! Nuestros clientes habituales eran Sammy Davis Jr, Ava Gardner, Marilyn Monroe... Yo hacía un programa de radio
en directo desde allí e hice amistad con todos ellos. Pero en Ciro's no sólo se reunían los famosos, sino los capos de la mafia.
L.C.- Cuénteme cosas.
R.L.- No le cuento nada.
L.C.- ¿Cómo...?
R.L.- El pasado es el pasado.Y yo miro hacia el futuro. ¿Le he dicho que tengo treinta y nueve años...?
L.C.- Lo sé. Pero volvamos a Ciro's. Algo me dirá de Sinatra.
R.L.- Fue un tipo fantástico. Se desvivía por contentar a los amigos. A nadie le negaba un favor. La imagen de persona áspera y hosca que se tiene de él en Europa es completamente falsa.
L.C.- Se dice que colaboraba con la mafia.
R.L.- Pienso que no.
L.C.- ¿Y cree lo que piensa?
R.L.- Naturalmente. ¿Frank mafioso...? Lo único que le puedo decir es que tenía muchos amigos. Y entre sus amistades siempre hubo un lugar para los presidentes del país. Kennedy fue uno de ellos. Pero no me hable de mafia, la desconozco.
L.C.- Le hablaré de Ava Gardner. ¿Era tan guapa, tan guapa...?
R.L.- Guapísima. Se han hecho famosas sus borracheras. Pero no creo que bebiera más de la cuenta. Sus borracheras, en realidad, eran colocones de marihuana. Como Marilyn. La marihuana era la moda entre los VIP's de entonces.
L.C.- ¿Asesinaron a Marilyn...?
R.L.- Puede ser. Al menos ninguno de los que la tratábamos nos explicamos su muerte. Lo único que sabemos es que se echó tierra sobre la investigación. Fue cosa de la Metro Goldwyn Mayer. No quería publicidad escabrosa.
L.C.- Igual en Beverly Hills los ataúdes son color de rosa.
R.L.- Pueden serlo. Depende del gusto de cada cual. Nadie se extrañaría.
L.C.- Algo me sabrá decir del senador McCarthy.
R.L.- Que acojonó a California entera. Buscaba comunistas en donde no los había. Afortunadamente no me incluyó en ninguna de sus listas negras. Tal vez, porque me conocía del Ciro's. Era un pretencioso. Se sacó de la manga lo de la Caza de Brujas porque buscaba publicidad.
L.C.- ¿Qué cosas le borraron, a usted, la sonrisa?
R.L.- ¿En Beverly Hills...?
L.C.- Sí, en Beverly.
R.L.- Ninguna. Aquello era y continúa siendo un paraíso. Hay salud, amor y dinero para todos y todas. No se sufre.
L.C.- ¿Quién fue su padre?
R.L.- Un distribuidor de vinos, nacido en Barcelona.

Mi padre era catalán. Pero jamás nos habló de Barcelona. Se casó con una californiana y quiso ser americano ”

L.C.- ¿Se queda, nuevamente, conmigo...?
R.L.- No. ¡Era catalán, era catalán...! Pero jamás nos habló de Barcelona. Se casó con una californiana y quiso ser americano.
L.C.- ¿Y se llamaba...?
R.L.- Ricardo. Aunque no le diré el apellido. No vale la pena. ¿Para qué...?
L.C.- Me ha dicho que se vino, usted, a Mallorca, en la década de los cincuenta.
R.L.- Así es. Fue un amor a primera vista. Tan pronto como pisé la isla supe que me iba a quedar mucho tiempo. Habrá sido mi
refugio, mi último paraíso.
L.C.- ¿Quién le recomendó que viniera?
R.L.- Nadie en particular. Ello no significa que escogiera Mallorca por casualidad. Es muy conocida en California. Y, para los de
California, Junípero Serra es una leyenda.
L.C.- ¿Incluso para Sinatra?
R.L.- Como para cualquiera. El Padre Serra está presente en las calles, más allá de los círculos religiosos o historicistas. ¡Si incluso se ha dado su nombre a un vino...!
L.C.- Él viajó de Mallorca a California y usted recorrió el mismo camino a la inversa. ¿Ha vuelto a visitar Beverly Hills?
R.L.- Como un turista más. Desde hace medio siglo mi casa está en Palma. En ningún momento me he sentido extranjero. ¡Se parecen tanto California y Mallorca...!
L.C.- ¿Viajó con lo puesto?
R.L.- Y con dinero para abrir una discoteca, Zorba's. También con un Chrysler maravilloso, de color blanco. Fue un regalo de
Frank. Solamente se hicieron cien, de este modelo.
L.C.- ¿Lo conserva aún...?
R.L.- Lo vendí a un coleccionista americano que lo devolvió a California. Sé que aún circula y que sigue causando admiración.
L.C.- ¿Cómo se ganó el aprecio de Sinatra?
R.L.- Supongo que le caí bien. Nos hicimos grandes amigos. No hay más secretos.
L.C.- Vale. ¿Y desde que usted emigró no volvieron a verse?
R.L.- No. Pero tampoco volví a ver a Joan Crawford ni a Cary Grant ni a nadie, a nadie... Me vine a Mallorca, abrí Zorba's y la vida continuó a su ritmo.
L.C.- Claro.
R.L.- En Zorba's hubo las primeras gogogirls. Y supuso una renovación del espectáculo de los locales nocturnos. Será por esto que teníamos en la sala más policías que clientes. Pero jamás me molestaron. Vine con la lección aprendida: en la España de Franco se tenían que respetar las leyes. Pero si las respetabas, ningún problema.
L.C.- ¿Qué sabía, usted, de Franco?
R.L.- Que era un dictador. Así que no tuve ningún interés en que se fijara en mí.
L.C.- Dígame algo más de Zorba's.

R.L.- Era discoteca y restaurante. Y podía escucharse lo último y lo mejor en música americana. Luego lo traspasé y abrí un bar en el Jonquet. El MOP, y tuvo una gran aceptación. George Best fue uno de los clientes asiduos. Puse una emisora de radio allí, al estilo Beverly Hills. Ofrecía veinticuatro horas de programa con la mejor música.

L.C.- ¿Y tenía permiso de emisión?

R.L.- No. Pero la Guardia Civil venía, miraba y se iba. Permítame que dé las gracias a todos los mallorquines por el apoyo que siempre me han brindado.
L.C.- ¿Quién le ha hecho daño a usted?
R.L.- Nadie que no sea yo mismo. He cometido errores monumentales en los negocios. Y el bolsillo acaba resintiéndose. Abrí otro MOP en la Plaza Gomila ¿se lo he dicho...?
L.C.- No.
R.L.- Lo frecuentaba Errol Flynn.
L.C.- ¿Me hablará de sus borracheras?
R.L.- Imposible. Jamás lo vi borracho.
L.C.- ¿De quién habla mal, usted?
R.L.- De Bush. Ha sido el peor presidente de todas las épocas. El mundo aún sufre por su culpa.
L.C.- ¿Y quién habla bien de Bush?
R.L.- Aznar. Y no puedo entenderlo, porque las barbaridades cometidas en los países árabes nos pasan y nos pasarán factura.
L.C.- ¿Cuál es su bebida, Riki?
R.L.- El Baileys con leche caliente. Apenas pruebo el alcohol. Se bebe por infelicidad y yo he sido y soy feliz. Viví en un paraíso. California es un paraíso. ¿Se lo he dicho...?
L.C.- Me lo ha dicho. Pero tanto en California como en el resto de estados americanos se aplica la pena de muerte.
R.L.- Es cierto. Y no debiera aplicarse más que en casos extremos. De todas formas, cada vez se aplica menos. Hay pocas
ejecuciones actualmente.
L.C.- ¿Es conservador, usted, en su concepción de la sociedad?
R.L.- Todo lo contrario. Me considero liberal y estoy radicalmente en contra de las guerras. Esperemos que el presidente Obama sea capaz de retirar las tropas de Irak y de Afganistán. Yo confío en él. Si cuando vivía en California me hubieran dicho que tendríamos un presidente negro me hubiera echado a reír.
L.C.- ¿No se lo hubiera creído?
R.L.- De ninguna manera. América era y sigue siendo racista. California no tanto, pero también lo es.
L.C.- En su país continúa en vigor la pena de muerte, hay racismo...
R.L.- Pero tiene un aspecto maravilloso. La sociedad americana se mueve, está muy viva. Y hay una creatividad increíble. ¿Que luego se dan contradicciones clamorosas...? Es cierto. ¿Cómo Arnold Schwarzenegger pudo ser elegido y reelegido gobernador de California...?
L.C.- ¿Usted lo sabe...?
R.L.- Tal vez porque la popularidad que le dio Terminator pudo más que sus simpatías por el nazismo. Pero yo lo tengo claro. Es
de procedencia austríaca. Qué se vuelva a Austria.
L.C.- Reagan también empezó su carrera política en California.
R.L.- Pero a Reagan se le quiere. Hay estatuas suyas por todos lados. ¿Fue bueno o malo...? ¡Quién sabe! En mi columna diaria en el Majorca Daily juego con las palabras verdad o mentira. ¿La vida es verdad o mentira...?
L.C.- Dígamelo.
R.L.- Las dos cosas. ¡Verdad y mentira, verdad y mentira...!
L.C.- Si yo quisiera escribir su biografía, Riki...
R.L.- No pasaría del primer folio porque no le daría ninguna información.
L.C.- En cambio puede avanzarme un epitafio para su tumba.
R.L.- Claro. Verdad o mentira. ¿La vida es verdad o mentira...? Más bien un juego. ¿Y la muerte...? No sé. ¡La siento tan lejana...! En California la vida comienza a los treinta y nueve. Y yo tengo treinta y nueve. Lo he decidido. No cumplo ni uno más .