Su mirada es acerada y, aun así, cálida. Tiene un extenso currículo como investigadora de la historia de la enseñanza. María Àngeles Delgado Martínez (Murcia, 1957) se licenció en Física y Química (Universidad de Murcia, 1957) y se doctoró en Pedagogía (Universidad de Murcia, 2008). Es autora del estudio 'Margalida Comas Camps (1892-1972), científica y pedagoga', que, a la vez, da título a un libro de diferentes autores. Le comento que ambas biografías, la suya y la de Margalida Comas, reflejan idénticas inquietudes. Me responde:
María Delgado.- Es cierto. Pero no se nos puede comparar en nada más. En el plano pedagógico, Margarita tuvo una visión de futuro que aún no ha sido superada. Por si fuera poco, fue una mujer de una fortaleza moral admirable. A principios del siglo pasado, las mujeres que estudiaban eran una excepción.
Llorenç Capellà.- Usted comenta que hasta 1910 no se abrió, sin cortapisas, el acceso de la mujer a los institutos.
M.D.- Y es así. Aunque nos sea incomprensible, una barbaridad de este tipo se daba en la España de hace un siglo. Hágase cargo del carácter de hierro de Margarita para hacer prevalecer sus derechos... Aunque peor lo pasaron las primeras licenciadas, porque a ellas se les negó el título.
L.C.- ¿Con qué fin...?
M.D.- Imagíneselo: sin título no podían ejercer. Todo esto lo documenta Consuelo Flecha en 'Las primeras universitarias en España', un libro que debería ser de lectura obligatoria. ¡Se dieron tantas injusticias...! En 1882 se publicó una real orden que suspendía en lo sucesivo la admisión de las mujeres en la enseñanza superior.
L.C.- Margalida Comas nacería diez años después.
M.D.- Pero aún vivió la cultura de la mujer dedicada a las labores caseras. Afortunadamente halló un gran apoyo en la familia. En sus hermanos, en sus padres. Su padre, Gabriel Comas, fue un pedagogo importante, relacionado con la Institución Libre de Enseñanza.
L.C.- Usted cuenta que, en el treinta y seis, los libros y los papeles de todos ellos fueron quemados públicamente.
M.D.- Fue en Pollença, su lugar de veraneo. Lo sé por una entrevista que le realizó el profesor Jaume Oliver a una de las hermanas. Lo quemaron todo. Los libros, la correspondencia... Y con el fuego no solo se quemó el papel, sino la memoria de los Comas y de la renovación pedagógica que representaban.
L.C.- El fascismo sabía a lo que iba.
M.D.- Por supuesto. Quemaba la memoria, la cultura... La represión no fue improvisada. En agosto del treinta y ocho, una orden del gobierno de Burgos dispuso que se retiraran de la enseñanza los textos de aquellos autores que fueran declaradamente enemigos del Glorioso Movimiento Nacional. En consecuencia, desaparecieron de las aulas los textos, no solo de Margarita Comas, sino de Modesto Bargalló, de Lorenzo Luzuriaga... En fin, de todos aquellos que creyeron en la posibilidad de regenerar el país a través de la enseñanza. Margarita Comas es una de tantas figuras olvidadas.
L.C.- ¿Cómo llegó usted a ella?
M.D.- Por una serie de casualidades. Mi marido hizo su tesis sobre el modo de enseñar física y química en España. Y ya la nombró. Y un amigo nuestro, Antonio Viñao, la hizo sobre la renovación pedagógica en las ciencias.Y también la nombraba. Observó, Viñao, que maestras y profesoras eran sistemáticamente relegadas a un segundo plano, como si la ciencia fuera cosa exclusiva de los hombres... En conclusión, me embarqué en un trabajo apasionante, pues hallé mujeres con unos planteamientos pedagógicos avanzadísimos.
L.C.-...
M.D.- Y Margarita Comas era la más fascinante. Sus ideas son de una actualidad tremenda. Le pongo un ejemplo: afirmaba que los profesores de ciencias no sólo han de enseñar fórmulas, sino a manejar la información. ¿Se da cuenta...? El concepto de enseñanza total que subyace en esta frase aún no ha sido superado. Además, Margarita, intelectualmente era total. Muy exigente. Muy segura de sí misma. Lo que no deja de ser lógico. Su trayectoria académica es absolutamente atípica.
L.C.- ¿En qué sentido...?
M.D.- Las niñas de su generación hacían los estudios primarios y nada más. En cambio ella no sólo cursó el bachillerato, sino que acto seguido solicitó permiso a la directora de la Escuela Normal de Maestras de Baleares para examinarse de todas las asignaturas que le faltaban para obtener los títulos de Maestra Elemental y Superior. Esto fue en 1911. Y al año siguiente se fue a Francia de lectora de español. Tengo la impresión de que el mundo le venía pequeño.
L.C.- Estuvo, como maestra, en Santander.
M.D.- Con el paréntesis de un año que pasó, becada, en Inglaterra. Estudió botánica, zoología... Otra cosa destacable es que se licenció en Física y Química sin dejar de trabajar. Inició la carrera en Barcelona y la finalizó en Madrid. El motivo del cambio de matrícula es comprensible. Estando en Santander, Madrid le caía más cerca.
L.C.- En cualquier caso, su actividad intelectual se focalizaría en Catalunya.
M.D.- Básicamente sí. A partir de 1928 ya da clases en la Escuela Normal de Tarragona. Aunque su gran compromiso con Catalunya se inicia en 1931 con la proclamación de la República y la aprobación del Estatut. Tanto la República como la Generalitat daban una importancia máxima a la enseñanza. En ambos gobiernos había gente de un gran peso intelectual. Rodolfo Llopis, Marcelino Domingo, Ventura Gassol... En noviembre de aquel mismo año, Margarita dejó Tarragona y se incorporó a la Escuela Normal de la Generalitat.
L.C.- También en el treinta y uno, se casó.
M.D.- Con un fotógrafo de prestigio, Guillermo Bestard. Se conocieron en Pollença. Los presentó Clara Hammerl, la viuda de Cifre de Colonya. Y el matrimonio se estableció en Barcelona. Para Margarita, la República supuso la concreción de un ideal de libertad. ¿Qué puedo decirle para darme a entender...? La Escuela Normal de la Generalitat fue una institución modélica. Había profesores del prestigio de Artur Martorell, Alexandre Galí, Joan Roura, Cassià Costal, Joaquim Xirau, Miquel Santaló... En el treinta y dos Margarita fue nombrada vicedirectora.
L.C.- ¿Estuvo tentada de entrar en política?
M.D.- No lo creo. Aunque, en aquellos años, era difícil disociar la actividad intelectual de la política. Encontramos a Margarita participando en las actividades del Lyceum Club, un centro feminista creado por Aurora Bertrana y Carmen Karr. También se incorporó al Seminario de Pedagogía, que tuvo una gran relevancia. Organizaba conferencias, cursos monográficos... Participó en el Congreso de Educación Social, esto fue en el treinta y tres. En fin, está en todos los acontecimientos de rango cultural. En el treinta y cuatro publicó, en coautoría con el psiquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora, un libro importante: 'La educación sexual y la coeducación de los sexos'. ¿Recuerda la quema de libros de Pollença...?
L.C.- Sí, la del treinta y seis. ¿Qué quiere decirme...?
M.D.- Que echaron al fuego este libro. Loque decíamos: los fascistas sabían muy bien lo que se hacían.
L.C.- ¿Dónde le sorprendió, el 18 de Julio, a Margalida...?
M.D.- En Madrid, formando parte de un tribunal de oposiciones. En cambio su marido y toda su familia, a excepción de Juan, su hermano, se hallaban en Pollença, de veraneo. No lograría reunirse con Guillermo Bestard hasta diez años más tarde, en Londres. Fue en el cuarenta y seis.
L.C.- Pero al estallar la guerra...
M.D.- Regresó a Barcelona. Hay una carta dirigida a Bartolomé Darder...
L.C.- Bartomeu Darder era primo de Emili Darder, el último alcalde republicano de Palma.
M.D.- Pues Darder estaba de catedrático en Tarragona y coincidió allí con Margalida. En la carta que le cito, ella le expresa la soledad y angustia que la embargan.
L.C.- ¿Se afilió a algún partido?
“De todas formas, sus inquietudes sociales son evidentes. Pertenecía a Asistencia Infantil, una asociación que cuidaba de los niños hospitalizados. Se puso a disposición de la Generalitat y pagó su fidelidad con el exilio.”
M.D.- A UGT. Pero ya fue en tiempos de guerra, cuando la afiliación sindical era obligatoria. De todas formas, sus inquietudes sociales son evidentes. Pertenecía a Asistencia Infantil, una asociación que cuidaba de los niños hospitalizados. Por otra parte, se puso a disposición de la Generalitat y pagó su fidelidad con el exilio. En el treinta y siete marchó a Inglaterra para llevar a cabo tareas de propaganda. Participó en mítines y en actos para recaudar fondos a favor de la Republica. Los organizaban los cuáqueros. Y al frente de la organización estaba una mujer extraordinaria, Edith Mary Pye. Ella y otra cuáquera, Janet Perry, brindaron a Margarita todo su apoyo.
L.C.- Los cuáqueros, en la Barcelona en guerra, hicieron mucho bien.
M.D.- Es cierto. En Sans disponían de una cantina que proporcionaba leche a 1.100 niños. Y otra, en el Carmen, que atendía a 1.250. Esta solidaridad no se paga con medallas.Y hablando de solidaridad y compromiso, ¿sabe lo de los niños vascos...?
L.C.- No...
M.D.- La primavera del treinta y siete desembarcaron en Southampton cerca de cuatro mil niños. Huían de los bombardeos. Era poco después de la destrucción de Gernica... Pues bien, Margarita recibió el encargo del Ministerio de Instrucción Pública de supervisar su integración y el sistema de estudios. Trabajó junto aJuan, su hermano, que había sido nombrado delegado de España para la Infancia Evacuada.
L.C.- ¿Ya no regresó a Catalunya?
M.D.- ¿Margarita...?
L.C.- Sí, Margalida.
M.D.- Continuamente. Imparte conferencias, da clases en la universidad... Esto era en el treinta y siete. Porque a comienzos del treinta ocho ya se halla, de nuevo, en Londres. De todas formas, en el mes de octubre regresa a Barcelona para formar parte del tribunal que juzgaba la tesis doctoral de su amigo Joan Roura. Y ya no abandonó Catalunya hasta el final de la guerra. Colaboró con los cuáqueros en tareas humanitarias y, en enero del treinta y nueve, la localizamos en la frontera francesa asistiendo a los refugiados que pasaban a Francia.
L.C.- ¿Se estableció en Londres?
M.D.- Sí. Siempre bajo la protección de Edith Pye, una persona con un gran prestigio ya que había sido condecorada por el gobierno francés con la Legión de Honor por sus acciones humanitarias durante la Primera Guerra Mundial.
L.C.- ¿Y qué hacía, Margalida...?
M.D.- Trabajaba en el Basque Children Committee, lo que suponía mantener un pulso con el gobierno franquista.
L.C.- ¿En qué sentido...?
M.D.- El franquismo quería repatriar a los niños vascos porque suponían una mala propaganda para la Dictadura. Pero el Comité se opuso a que se repatriaran aquellos que no se tuviera la certeza de que iban a reunirse con sus familiares. En julio del cuarenta aún quedaban en Inglaterra 427.
L.C.- ¿Cuándo se reincorporó a la docencia?
M.D.- En el cuarenta y dos. Se incorporó a Dartington Hall, una escuela de Totnes, en el condado de Denver. Pero no abandonó su relación con los niños vascos. Aunque Pablo de Azcárate y Juan Negrín acababan de crear la Fundación Juan Luis Vives que iba a encargarse de proporcionarles becas para que, a medida que iban creciendo, pudieran ampliar estudios. Aun así...
L.C.- ¿Qué...?
M.D.- Margarita se llevó consigo a dos hermanas, Caridad y Marina Rodríguez Vega. Ambas acabaron siendo profesoras de Dartington.
L.C.- Centrándonos en su drama personal...
M.D.- Consiguió reunirse con su marido en Inglaterra, en diciembre del cuarenta y seis. Añoraba a su madre, a sus hermanas... Pero era una exiliada. El doctor Comas había muerto en el cuarenta y dos. Murió en Barcelona, de tristeza. Cuando, después de la guerra, fue a cobrar la jubilación se burlaron de él. Le pagaron con dinero de los suyos: moneda republicana, fuera de uso.
L.C.- ¿Regresó a Mallorca, Margalida?
M.D.- Por primera vez, en julio del cincuenta y cinco. Una de sus biógrafas, Maria Lluïsa Penelas, dice que le contaron que sus hermanas la presentaban al vecindario como una amiga de Margalida. O sea, como si no fuera ella, sino otra.Ya sabe, para evitar represalias.