Blai Bleda | M. À. Cañellas

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El tenis y su trabajo de encuadernador le han ayudado ha encarar las dificultades que ha tenido en su vida (dos hijas fallecidas y la enfermedad de su esposa hasta que murió de alzheimer), pero ahora ha podido rehacer su vida, tiene muy buen aspecto, está alegre y cuando acabe esta entrevista se va de viaje a Menorca con Ana, su nueva compañera. Blai Bleda Marco nació en Barcelona el 7 de mayo de 1923. Tiene una nieta de 31 años. Le gusta el tenis, la música coral y encuadernar libros.

Es curioso que un hombre por el que han pasado miles de libros para encuadernar, jamás haya leído un solo libro, únicamente las obras de zarzuela que debía cantar: Doña Francisquita, La Canción del Olvido, La Rosa de Azafrán...
Xisco Busquets.- ¡Hasta para Francisco Franco ha encuadernado libros, usted...!
Blas Bleda.- Vino Alcover, el que se cuidaba de los tranvías, y me dijo. " Tendríamos que hacer esta encuadernación para su excelencia" porque antes, a Franco, le llamaban así. Cuando la tuve lista fui a las monjas franciscanas de Sant Matgí para que hicieran una bandejita para poner el libro, y al decirles que era un encargo para su excelencia, lo elaboraron en terciopelo con unas borlas doradas...
X.B.- ¡Caray...!
B.B.- Lo bueno fue que al preguntarles qué les debía, me dijeron que si era para Franco no costaba nada, ¡Y tenía más mérito la bandeja, que el libro...!
X.B.- ¿Cuándo empezó a trabajar?
B.B.- A los 9 años estaba de botones en la Banca Recasens. Luego trabajé con un procurador. Y más tarde en la Imprenta Ordinas, allí me enviaban al muelle a buscar los periódicos (La Vanguardia, Le Journal...) ¡Fíjese que me daban 10 céntimos para el tranvía, y yo, para poder ahorrarlos, me iba andando! Soy catalán, y me gusta la pela... (Risas)
X.B.- ¿Y a encuadernar?

Cuando empezó la guerra varios trabajadores de la imprenta se tuvieron que ir al frente. Cada sábado me solían dar una peseta y yo, en lugar de dársela a mi madre, iba al Forn de Santa Eulàlia”

B.B.- Cuando empezó la guerra varios trabajadores de la imprenta se tuvieron que ir al frente, y me eligieron a mí. Por cierto, cada sábado me solían dar una peseta y yo, en lugar de dársela a mi madre, iba al Forn de Santa Eulàlia, de la Plaça d'Espanya, compraba un panecillo de 10 céntimos y con los 90 céntimos restantes, una lata de anchoas en el colmado de al lado. Me lo comía justo allí delante, i un bon gust que passava!
X.B.- ¿Había muchos encuadernadores entonces?
B.B.- Mestre Mas del Carrer den Brossa, Sabater del Carrer de la Missió, Calatayud, que era el encuadernador de S'Almudaina, luego Llinàs que estaba en el Carrer de la Pau... ¿Sabe qué hacía yo?
X.B.- No.
B.B.- Iba a los abogados que conocía o procuradores y me ofrecía para hacerles encuadernaciones. Un día don Fernando Pou me dio 12 tomos del Código Civil para que los encuadernara, los puse en la bicicleta y me los llevé a casa, collons que me va anar de bé aquest dia...! Poco a poco me hice un nombre.
X.B.- ¿Entre los abogados?
B.B.- Sí, y médicos. Conocí al padre de Félix Pons, el que fue presidente de las Cortes, que por cierto era sordo. Al padre de Gabriel Cañellas. Al médico Penyaranda, al notario Ferragut, que me dejó 10.000 pesetas para comprarme mi primera guillotina, Sureda Blanes, Bruno Morey... y el notario, Sr. Maceda, éste hombre ha sido como un padre para mi.
X.B.- ¿Por qué?
B.B.- Cuando murió mi hija por la droga yo estaba desfigurado y el Sr. Maceda mandó un oficial suyo para que fuera a su casa y me hizo un encargo.
X.B.- ...
B.B.- Antes había fallecido de cáncer una hija que tenía 30 años, y luego tuve la mala suerte de que mi otra hija, a los 14 años se metió en la droga y a los 28 años murió. ¿Se imagina los años que he pasado sufriendo? ¡Estaba seco! No podía hacer nada. Ella estuvo dos o tres años en el Projecte Home y nada. Le contaré un caso.
X.B.- ¡Diga...!
B.B.- Un señor tenía una hija que se drogaba y solía pararse aquí, para hablar un poco conmigo. Un día pasó muy contento y me dijo que su hija había fallecido. Aquel hombre se quitó un peso de encima. Yo, cuando murió mi hija, hice un alè. ¡No se puede imaginar lo que es esto, porque yo la veía que ella lo pasaba mal! Fuimos a Son Dureta y antes de morir me dijo: Me perdones papà? (Pausa)
X.B.- ¿Cómo pudo vivir con tanto dolor?
B.B.- Estaba amargado. Mi vida se iba deshaciendo poco a poco. Me ponía a llorar incluso cuando jugaba a tenis, aunque le aseguro que lo que me salvaba era el tenis y el trabajo. Porque mi señora estaba enferma. Después de la muerte de mi hija poco a poco perdió la cabeza hasta que murió de alzehimer
X.B.- ¿Y cómo es que ahora está tan feliz, risueño, alegre...?
B.B.- Después de morir mi señora estaba delgado, famélico... Un día fui al Club de la Tercera Edad de Via Argentina. Me apunté a una excursión de un día, que por cierto, hacía siete años que sólo iba del taller a mi casa y casi no pude reconocer las carreteras de Mallorca de lo cambiadas que estaban. Y, ¿sabe lo que ocurrió?
X.B.- Que conoció a alguien importante para su vida...
B.B.- Conocí a una señora, Ana Vallejo. A los dos meses le dije: "¿Qué nos pasa a ti y a mi?" Y me contestó: "No lo sé, pero me has caído en gracia".Y yo le dije: "Pues tu, a mi, también". Le gano de diez años, tengo una edad avanzada, casi no sirvo para nada... (Risas)
X.B.- ¡Pues yo le veo muy animado!
B.B.- ¡Ella me ha animado! Toda la gente me decía: "¡Qué cambio has hecho, Blas!" me encontraban más alegre, en fin, que he tenido mucha suerte conociendo a esta señora tan buena persona, y estoy muy agradecido.
X.B.- ¿Está enamorado?
B.B.- Sí, pero no sé cómo explicarlo porque a mi edad ya se lo puede imaginar... Viene a ser como...: saber que tienes una compañía, un refugio, tenc a on anar. ¡La compañía es lo que me salva!
X.B.- ¿Y su nieta?
B.B.- Vive conmigo.
X.B.- ¿Come de todo?
B.B.- Hombre, de tot però amb coneixament: Truita, pa amb oli... lo que más me gusta es el arròs brut que me hace Ana. De todas maneras el médico me ha quitado lo que más me gustaba: ses dones i sa llagosta.
X.B.- ¿Quién ha sido, el médico o los años?
B.B.- (Risas) Los años, pero yo digo que es el médico. Esto fue lo que le dije a Ana cuando nos conocimos.
X.B.- ¿Teme a la muerte?
B.B.- No, no, miedo no. Cada mañana cuando me despierto, me levanto poco a poco para saber si estoy vivo. Uep! un día más y doy gracias a Dios por estar vivo. También doy gracias a todos mis clientes por haberme ayudado a pasar mi vida.
X.B.- Me queda preguntarle: ¿Por qué dona su maquinaria al Ajuntament de Palma?
B.B.- ¡Quiero tanto esta maquinaria que no
me hubiera gustado que la vendieran como ferro vell! Ana telefoneó al Ajuntament y a los 3 meses me llamaron del Palau Solleric, i jo ben content. Y, francamente, cuando se la llevaron del taller, lloré.