Dos meses antes de pegarse un tiro en la cabeza en Seattle el 5 de abril de 1994, a los 27 años, Kurt Cobain se sometió en París a una última y premonitoria sesión de fotos en la que el líder del grupo Nirvana y símbolo de su generación insistió en posar apuntándose con una pistola en la sien.
El fotógrafo francés Youri Lenquette expone hasta el próximo 21 de junio en la parisina galería Addict la serie integral de esas imágenes malditas del músico que alumbró el «grunge» en «The Last Shooting» (El último disparo).
«La pistola no era mía, la trajo él. Yo estaba tan centrado en sacar adelante la sesión que en ningún momento se me ocurrió preguntarle por qué la tenía, ni de dónde la había sacado. Porque supongo que no podría viajar en avión con ella...», comenta a Efe Lenquette.
Conoció a Kurt Cobain en 1991, cuando preparaba un reportaje para la revista musical «Best» sobre la gira australiana de Nirvana del año siguiente.
«Una noche estaba en mi habitación escuchando punk de los años sesenta, llamó a la puerta y nos pusimos a escuchar música. Empezamos a ser más íntimos de lo que suele ser la relación de un periodista y un artista», recuerda Youri, que tenía entonces 36 años y hacía sonar casettes de bandas que Kurt, de solo 25, desconocía.
Cobain, el hijo de una camarera y un mecánico, nacido en 1967 en una pequeña localidad de Washington llamada Aberdeen, acababa de publicar con Nirvana su segundo álbum de estudio, «Nevermind», un disco de rock alternativo que cambió la música.
Con canciones como «Smells Like Teen Spirit» o «Come As You Are», esa grabación desgarró la escena musical de los noventa a un ritmo de 300.000 copias por semana y adelantó a Michael Jackson en las listas de éxitos.
Esa última sesión de fotos tuvo lugar el 15 de febrero del 94, en los días en que París le servía de base a Nirvana en su gira europea, la última de un grupo que había ascendido de forma fulgurante.
«Vi mucho a Kurt en esta temporada. Venía a mi casa para escuchar música, pasar el rato o estar tranquilo. Un día me llamó y me dijo que por la noche vendría para hacer las fotos», recuerda.
Cobain aplazaba sistemáticamente la sesión. El chico humilde, de salud frágil y aficionado a la heroína que cantaba con una voz rota y melódica, rehuía las cámaras porque le parecían parte del «circo del marketing», comenta Lenquette.
«Por eso, cuando me dijo que vendría esa noche y que traería al grupo entero, pensé que no iba a ocurrir (...). A las nueve de la noche sonó el teléfono y me dijo que estaban de camino. No estaba preparado y toda la sesión fue una sorpresa», relata.
Kurt Cobain llegó el primero y posó delante de un fondo blanco mientras manipulaba un 22 Long Rifle. Fue su pistola y su decisión, subraya Lenquette, que en treinta años de carrera ha retratado a Lou Reed, Compay Segundo, Iggy Pop, Manu Chao o Nick Cave.
Por respeto, Lenquette esperó diez años desde la muerte del músico para publicar la mayoría de ellas, y veinte para exponer la sesión al completo.
En una imagen apunta directamente a la cámara, en otra se señala la sien con el cañón y en una tercera se apoya la pistola en los labios. Solo aceptó dejar de jugar con el arma cuando llegó el resto de la banda, Krist Novoselic, Dave Grhol y Pat Smear, que empezaba a tocar con Nirvana.
La mayoría de las fotos son a color, a golpe de flash y baja velocidad de obturación, con lo que pueden apreciarse los movimientos de Cobain, en vaqueros y con un jersey de lana agujereado.
Le recuerda como un chico tímido y frágil que no sabía ser una estrella del rock, y mucho menos, un símbolo de la contracultura.
«Ni lo esperaba ni lo deseaba. Eso y las drogas fueron un cóctel fatal» para el vocalista y guitarrista de Nirvana, que se sumó al «Club de los 27», edad a la que también murieron Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmi Hendrix y, recientemente, Ammy Winehouse.
La exposición de París, donde las instantáneas se venden entre 380 y 4.600 euros, coincide con la aparición en Estados Unidos de nuevas fotos de la habitación en la que se quitó la vida el 5 de abril de 1994, y en las que se aprecian unas gafas de sol, cigarrillos, una cuchara y varias jeringuillas
«Una persona con tanto talento, tanto futuro, matarse... creo que eso me hizo pensar que todo esto que antes me gustaba tanto, del rock and roll y vivir rápido para morir joven... empezó a parecerme menos divertido», concluye Lenquette.
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