En el artículo, titulado «Las pérdidas que compartimos», la nuera de la reina Isabel II describe cómo se produjo la pérdida, mientras atendía a su único hijo, Archie, de un año. «Era una mañana de julio que comenzaba tan ordinariamente como cualquier otro día: preparo el desayuno. Alimento a los perros. Tomo las vitaminas. Encuentro ese calcetín perdido. Recojo el lapicero rebelde que rodó debajo de la mesa. Me hago una cola de caballo con mi pelo, antes de sacar a mi hijo de su cuna», describe Markle.
«Después de cambiarle el pañal - relata -, sentí un fuerte calambre. Me dejé caer al suelo con él (Archie) en mis brazos, tarareando una canción de cuna para mantenernos a ambos tranquilos, la alegre melodía contrastaba con mi sensación de que algo no estaba bien».
La duquesa asegura en el diario neoyorquino que «sabía, mientras abrazaba a mi primogénito, que estaba perdiendo al segundo».
Explica que horas más tarde «yacía en una cama de hospital, sosteniendo la mano de mi esposo. Sentí la humedad de su palma y besé sus nudillos, mojados por nuestras lágrimas. Mirando las frías paredes blancas, mis ojos se pusieron vidriosos».
«Sentada en una cama de hospital, viendo cómo se rompía el corazón de mi esposo mientras trataba de sostener los pedazos rotos del mío, me di cuenta de que la única forma de comenzar a sanar es preguntar primero: «¿Estás bien?», narra Markle en este personal artículo.
En el mismo escrito, la duquesa habla de este dramático año en el que se han producido decenas de miles de muertes debidas al coronavirus y reflexiona sobre lo que significa compartir con los demás estas tristes experiencias.
Y recuerda la próxima celebración del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, lugar donde residen y que conllevará el reencuentro de miles de familias que viven habitualmente en diferentes ciudades del país.
«Así que este Día de Acción de Gracias - agrega -, mientras planeamos unas vacaciones como nunca, muchos de nosotros separados de nuestros seres queridos, solos, enfermos, asustados, divididos (...), comprometámonos a preguntarle a los demás, ¿Estas bien?».
La pareja, desvinculada de la vida monárquica británica, vive en California desde la primavera pasada tras haber residido brevemente en Canadá.
Ambos compraron una mansión en el exclusivo barrio de Montecito, en Santa Bárbara (EE.UU.), una ciudad costera situada a unos 150 kilómetros al noroeste de Los Ángeles (EE.UU.).
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