Toni Negre y Miquel Rigo posan junto a las añadas de Atòmic, cuatro son de tinto y dos de blanco. | Pedro Aguiló Mora

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La de Atòmic es una experiencia nuclear. Como las dos familias que la componen. Las de Toni Negre (Santa Maria, 1978) y Miquel Rigo (s’Alqueria Blanca, 1980), junto a sus compañeras Aina y Carme. Los nombres de los cuatro forjan Atòmic. El acrónimo de Aina, Toni, Miquel y Carme. Una experiencia familiar de la que también participan los hijos de ambas parejas, pues suyos son los dibujos que adornan las etiquetas (cada año una nueva) de la cosecha 2017.

El primer vino de Atòmic vio la luz un año antes y como todas las que han venido después su consumo es esencialmente doméstico. No son vinos que actualmente se comercialicen, aunque tanto Toni como Miquel no lo descartan en un futuro. De momento, sus vinos para el consumo familiar y entre amigos. Vinos de portassa que no por existir al margen del mercado descuidan detalle alguno, pues cuentan. Toni y Miquel son cuñados. El primero tiene viña y el segundo tiempo. Factores indispensables para lanzarse el mundo de la viticultura.

Desde 2016, las cosechas de Atòmic tienen su génesis en es Bassòl, Santa Maria. Tres quarterades de viñas viejas de Manto Negro y Callet, plantadas en vaso en 1968, que forman parte del ADN de Toni Negre, biólogo de profesión siempre vinculado al mundo del vino. De esos viñedos sale la uva que, recién vendimiada, es trasladada hacia un paisaje muy distinto al del Raiguer: el mediterráneo más meridional que se dibuja en la finca y hogar de Miquel Rigo, bombero de profesión.

Un fora vila situado entre s’Alqueria Blanca y Portopetro, a las puertas del parque natural de Mondragó. En el garaje de Miquel, quien diseña las etiquetas y edita los vídeos que proyecta el alma del proyecto Atòmic, es donde se inicia la vinificación y donde luego reposa el vino. Todo allí es casero, hasta la manera utilizada por Rigo para controlar la temperatura durante las fermentaciones: mediante una sonda adaptada a la consola desde que se ajusta el sistema de calefacción de la casa.

Durante las dos primeras vendimias, Atòmic se circunscribió a la producción de 300 botellas de tinto. Pero como suele suceder en estos casos, el paso del tiempo y los deseos colmados hacen crecer las curolles. Así que, a partir de 2018 empezaron a elaborar también vino blanco gracias a que Andreu de ca s’Hermità les permite vendimiar una viñas jóvenes de Giró Ros plantadas apenas un lustro atrás en esa misma encrucijada entre s’Alqueria, Mondragó y Portopetro. De allí surge Atòmica un monovarietal de largo recorrido al que este año han comenzado a acompañar primeras experiencias en la elaboración de espumosos Ancestral, Pétillant y PetNat. «No estamos ligados a nada, el nuestro es un vino en libertad», apunta Negre. La única norma inamovible es el uso de variedades autóctonas. Y si bien la primera cosecha se vinificó de manera ‘ortodoxa’, en las siguientes se ha abogado por la mínima intervención. «El camino natural», aseguran Toni y Miquel.