La calabaza potimarrón es oriunda de una isla del norte del Japón que se exportó hace décadas. | Gori Vicens

TW
0

Llega el otoño y con él la recolección de la calabaza. Son muchas las variedades que hay, algunas autóctonas y otras importadas. Hoy nos centramos con una de éstas variedades extranjeras poco conocida aquí pero que va ganándose su espacio por sus muchas buenas cualidades.

El agricultor en ecológico Jaume Adrover Sentes, cultiva en su finca de Son Macià la calabaza potimarrón, oriunda de una isla del norte de Japón que se exportó hace décadas a varios países y que se ha adaptado muy bien en la Isla. Adrover, explica que «ha sido todo un descubrimiento por las numerosas ventajas que da, principalmente por su sabor».

Comparada con las calabazas más comunes, es un producto muy diferente. «De sabor es muy parecida al moniato rojo y también a la castaña», comenta. Otra de las particularidades y ventajas es que no crece mucho, pesa entre uno y dos kilos, no se tiene que pelar para consumir (la piel es buena), muy sabrosa y la pulpa es más densa que la convencional, o sea, es más intensa de gusto. «Esto te da la posibilidad de cocinarla de muchísimas maneras». También tiene un color ‘original’.

De esta variedad, que se siembra bajo túnel de plástico a principios de marzo, Jaume siembra unas 300 plantas. Cada planta produce entre dos y cuatro calabazas. «Otra de las ventajas es que está sembrada sólo entre 90 y 95 días cuando la mayoría de variedades no se recolectan hasta los 120 días», comenta. Eso sí, tiene un pequeño inconveniente: «tiene que consumirse antes de los tres meses», cuando la gran mayoría resisten hasta un año.

Adrover cultiva diferentes tipos de calabazas.

«He disfrutado mucho de cultivarla, de comerla y de venderla. Es una de estas variedades relativamente nuevas, modernas, pero que dejan huella. Para el año que viene tengo pensado sembrar entre 400 y 500 plantas».

Jaume no siembra sólo una variedad de calabazas. Además de la potimarrón, cultiva unas 600 plantas más de variedades más conocidas, cacahuete y violín, que se siembran a partir de mayo al necesitar más calor, que la tierra esté más caliente. La cacahuete va entre los 800 gramos y 1,5 kilos de peso, «si son demasiado grandes ya son más difíciles de vender», explica. La violín o calabaza larga su peso está entre uno y tres kilos y son fáciles de cortar y trocear. Éstas son de las que se recolectan a los 120 días. «Son más rústicas en todos los sentidos y este es un buen indicador; no necesitan gran cantidad de agua y no suele tener plagas, por los que no se le tiene que hacer tratamientos».

Para cultivar calabazas se necesita de una extensión grande, son plantas que se esparcen mucho y tienes el terreno ocupado durante cuatro meses. Jaume Adrover vende sus productos a través de cestas a la carta, venta directa y a través de la Cooperativa de Pagesos Ecològics de Mallorca.