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La helicicultura es una actividad ganadera en ciernes con un amplio futuro por desarrollar. Así lo vieron hace doce años el biólogo Diego de León y el empresario Jaume Riutort, de Muro. En 2009 iniciaron su proyecto empresarial de cría y venta de caracoles. «Yo estaba en la universidad, y escuché en un programa de radio una entrevista a un hombre de Valencia que criaba caracoles. Me picó mucho la curiosidad y empecé a trabajar para desarrollar esa idea en Mallorca» explica Diego de León.

«Diego hacía cursos y talleres en los que explicaba técnicas de cría del caracol. Yo asistí a uno de ellos y quedé prendado de la actividad. Allí fue donde nos conocimos y donde acordamos emprender juntos el proyecto Caragolers de Muro», dice Jaume Riutort. Ese proyecto fraguó en una empresa que actualmente gestiona 2.500 metros cuadrados de invernaderos y produce unas cuatro toneladas de caracoles anualmente.

Diego informa que «este año está siendo un poco complicado por lo que se refiere a la cría del caracol. El problema es que ha llovido tarde y poco». Según el criador: «El caracol precisa de unas condiciones ambientales de humedad y temperatura bastante concretas para estar activo y por lo tanto para crecer y engordar. Si hace mucho frío o mucho calor, a pesar que el invernadero regula hasta cierto punto esta variable, el caracol no estará activo y si intentamos forzarlo aportándole humedad con la finalidad de que despierte y coma realmente le estamos estresando y en muchos casos provocaremos muertes», concluye.

Hace unas semanas se celebró la festividad de Sant Marc, fecha muy señalada en el calendario del helicicultor pues es muy tradicional que en Mallorca se consuman caracoles. «Normalmente en estas fechas se disparan las ventas y este año no ha sido diferente, aunque quizás un poco menos», puntualiza Jaume Riutort. «Sant Marc ha caído este año muy cerca de Pascua y con la conjunción de fiestas mucha gente se ha olvidado», agrega Diego.

Jaume Riutort muestra un panel de con algunos de los caracoles que cría en Muro. A la derecha uno de los ejemplares a la venta. Foto: PEP CÓRCOLES

En Mallorca existe una buena demanda de caracoles para consumo. «Los criadores, que ya somos varios en la isla, atendemos de forma mayoritaria a clientes particulares a pesar de que la hostelería es sin duda el máximo consumidor», apunta De León. Según el ganadero los restaurantes mayoritariamente utilizan caracol congelado.

«El congelado es más barato, pero proviene generalmente de Marruecos o de la Península. Lo que llamamos caracola (Otala láctea) de origen marroquí es más basta, más dura, más grande, y más negra que la nuestra. Por otra parte, en Marruecos no se aplican los mismos controles fitosanitarios que en la Unión Europea. En definitiva, consumir caracol congelado o consumir el caracol fresco de producción nacional es, en términos cualitativos, lo mismo que comparar el pescado fresco con el pescado congelado», asegura Diego de León.