Su interés por los cuchillos comenzó durante la cuarentena, cuando vio vídeos en Youtube y le gustó. | Aina Borràs

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Albert Girona Pons, nacido en Sóller en el año 2000, estudió Bachillerato y aunque empezó la carrera en Ingeniería Agroalimentaria, acabó cursando un grado superior en Forestal. Comenzó fabricando cuchillos y, aunque actualmente hace pocos por falta de tiempo, se dedica principalmente a afilarlos y fabricarlos. Sus clientes suelen ser «personas que utilizan los cuchillos como herramienta de trabajo, como los carniceros». Aclara que, aunque antes se dedicaba a esto de manera más seria, ahora lo hace como pasatiempo. De hecho, ahora, trabaja como técnico en el Consorci per a la Recuperació de la Fauna de les Illes Balears (COFIB): «Antes era autónomo en jardinería y me tomaba el tema de los cuchillos con mayor seriedad», explica.

Su interés por los cuchillos comenzó durante la cuarentena, cuando vio vídeos en Youtube de hombres que los fabricaban y le gustó. Empezó creando herramientas rudimentarias, invirtió en su taller pequeño y funcional en casa, y visitó artesanos locales de Mallorca que le ayudaron con todo lo que necesitaba. «Empecé con una botella de butano por la mitad para hacer un horno y, con el tiempo, fui adquiriendo mejor equipo como una lijadora de cinta, una máquina de disco, una yunque y martillos», cuenta.

La afición por los cuchillos también viene de su abuelo, que coleccionaba armas y siempre traía espadas o cuchillos típicos de sus viajes. «Desde pequeño solía acompañarlo a visitar artesanos en Mallorca». Aunque el joven cree que es posible vivir de hacer cuchillos, reconoce que es necesario hacerse un nombre en el mundo, ser conocido y tener buena reputación. Sus primeros clientes fueron su círculo cercano de amigos y luego otras personas que fueron conociendo su trabajo. Tiene una cuenta de Instagram que creó por dos motivos: mostrar los productos disponibles y porque le gusta compartir el proceso de fabricación. Girona ha fabricado algunos cuchillos cotizados, como los de cuerno y, especialmente, los de Damasco. Estos últimos son muy valorados por los materiales y la técnica empleada, que les da diferentes colores y un atractivo visual.

Admite que trabajar con cuchillos puede ser agotador, especialmente en verano, cuando trabaja junto al horno a 1.200 grados. Considera que es un trabajo más adecuado para el invierno y uno de los motivos por los que prefiere mantenerlo como hobby. «Para dedicarse de lleno, uno debe ser muy habilidoso y producir un trabajo espectacular», asegura.

A los jóvenes interesados en este mundo, Girona les recomienda seguir su ejemplo: ver algunos vídeos y tener en cuenta que, aunque no es difícil, se requiere destreza: «Si tienen ganas y les gusta, pueden intentarlo». Finalmente, comenta que su familia lo ha apoyado completamente y cuando se tomó el tema más en serio, les agradó todavía más.