«Este trabajo es a la vez satisfactorio y duro. Trabajar con animales te llena a todos los niveles, sin embargo, es cierto que siempre tienes que estar disponible. No entienden de días libres», bromea Mas. En su día a día con los caballos, Cati se encarga tanto de sus cuidados como de sus entrenos.
«Nuestro día a día es sencillo. Alimentamos a los caballos tres veces al día y trabajamos cada uno de ellos según el planing de trabajo. Al final hablamos de preparar para un deporte. Entrenan como las personas». Lo más importante para que los caballos puedan rendir es la alimentación. «La alimentación es la base de este deporte ya que para hacer distancias largas necesitamos que el intestino delgado del animal esté lleno para que vaya liberando energía lentamente. Es muy diferente a lo que necesita un animal que compita en cualquier otra disciplina que necesite explosión. Nosotros necesitamos durabilidad», explica.
Aunque solo lleva tres años el mundo del raid, Cati lleva toda la vida vinculada al mundo ecuestre. «Creo que caballista se nace». De hecho, cuenta que a los 13 años ya montaba a la perfección. Pese a ello, no fue hasta hace poco, cuando cumplió los 45 años, que decidió entrar en el mundo del raid y ver al caballo de otra manera. «Me pasó una oportunidad por delante y la cogí, y no me arrepiento en absoluto», reconoce.
Por lo que se refiere a las características que debe tener un caballo para destacar en esta disciplina, Mas afirma que las mejores razas son las árabes. «Es muy importante la cabeza y el corazón ya que vamos por pulsaciones».
A la hora de prepararse para las competiciones tanto ella como su equipo suelen entrenar en pistas de cross, de velocidad y de arena aunque también dejan un hueco para la doma clásica pues «nos permite entrenar el orden, que también es muy importante». Aunque como tantos otros compañeros con alguna vinculación al mundo rural cree que hay demasiada burocracia y que cada vez «todo es mucho más caro y por tanto más difícil de sostener», no se imagina una vida lejos de los caballos. «Ver como tu caballo recorre 100 kilómetros en 6 horas y acaba feliz y pasando todos los controles es algo que no tiene precio», sentencia Mas.
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