Joan Pol y Eulàlia Cañellas muestran sus cacahuetes, los únicos de producción local en sa Pobla | Lola Olmo

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Joan Pol y Eulàlia Cañellas, de 87 y 85 años, respectivamente, son un matrimonio de agricultores que lleva cuarenta años cultivando cacahuetes en sa Pobla. Ellos solos y pese a su edad, recolectaron más de una tonelada el año pasado, 1.100 kilos que se tradujeron en 115 sacos. Son los últimos payeses poblers que plantan una leguminosa que es muy apreciada en el municipio y que suele estar presente en toda comida, matances y sobremesa que se precie.

El padre de Eulàlia ya plantaba cacahuetes cuando ella era joven, una tradición que ha continuado junto con su marido durante cuatro décadas. «Mi padre lo plantaba a mano, con un gipó, pero nosotros ya no usamos herramientas, lo hacemos a máquina», explica ella. El primer paso es chafar a mano las cáscaras para obtener las semillas. Su marido, Joan, se pregunta por qué no hay más agricultores en sa Pobla que apuesten por un producto tan arraigado al consumo local, con una gran demanda en los negocios de restauración y supermercados del pueblo, y que se cotiza a la par que el arroz cultivado en sa Marjal. «Si quisiéramos trabajar más, hay demanda para producir dos toneladas de cacahuetes al año, solo con los que piden los restaurantes y vecinos particulares», explican.

En la reciente Fira de Tardor de sa Pobla, el arròs pobler y cacahuetes locales empataban a 6 euros el kilo, muy por encima de la cotización de las patatas y hortalizas que abundan en la producción agrícola del municipio.

El cacahuete se planta a mediado de mayo. «Una gran ventaja es que no necesitas tener una finca con mucha agua, porque la planta exige poco riego», explica Joan. Tras crecer todo el verano, a principios de octubre arrancan las plantas con el tractor y los cacahuetes ya se han formado entre las raíces. «No es un fruto seco, aunque siempre se diga, sino una leguminosa que se forma bajo tierra; de hecho, la vaina –que no cáscara– es blanda hasta que se han secado una semana tendidos al sol», explican. Si llueve o hay mucha humedad, en lugar de tender las plantas sobre la misma tierra de la finca lo hacen dentro del almacén agrícola, sobre los remolques de trabajar en el campo. Separar los cacahuetes uno a uno sería una labor interminable, pero no es así como la realizan Joan y Eulàlia. «Las plantas se sacuden y los cacahuetes se desprenden, nosotros ya tenemos nuestro propio sistema, de modo que cuando caen lo hacen dentro de un cubo. Luego los meten en sacos y cada cliente los tuesta a su gusto en el horno, como las almendras. «Nos piden 5 kilos o 12 kilos... para tener cacahuetes para todo el año».

Con Joan y Eulàlia no solo termina un tipo de cultivo en sa Pobla, también una variedad específica de este fruto originario de los Andes. «El cacahuete pobler se distingue del resto porque la vaina tiene más de una semilla, suele tener dos o tres o incluso más». Es el fruto de una selección moldeada a conciencia cosecha tras cosecha.