Maribel Quetglas (Manacor, 1998) es una joven ingeniera agroalimentaria que ha encontrado su vocación en el campo. | Aina Borràs

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Maribel Quetglas (Manacor, 1998) es una joven ingeniera agroalimentaria que ha encontrado su vocación en un sector que, aunque enfrenta numerosos desafíos, para ella sigue siendo apasionante. Desde pequeña supo que quería dedicarse al campo. «La respuesta más rápida es por pasión», dice sin dudar. «Estudié lo que me gustaba. Desde muy pequeña ya sabía que quería trabajar en el campo, y estos estudios encajaban a la perfección».

A pesar de su juventud, Maribel ha asumido responsabilidades significativas en Agromart, donde gestiona la poda, siembra y cuidado de más de 4.000 árboles frutales. «Ha sido un camino de mucha disciplina y de tener las cosas claras», asegura. «También he tenido que formarme mucho, y me queda muchísimo por aprender. Reconozco que el ser testaruda y no dejarme tumbar nunca ha sido clave».

Sin embargo, su carrera no ha estado exenta de retos, especialmente por ser mujer en un ámbito tradicionalmente dominado por hombres. «Sí, me he enfrentado a prejuicios muchas veces, pero curiosamente vienen más de personas ajenas al mundo agrícola que de quienes trabajan en él», explica. «En el sector, el machismo suele venir de hombres mayores y muchas veces es desde un paternalismo, no con mala intención. Te ven como alguien débil a quien hay que ayudar, no como alguien a quien menospreciar deliberadamente. Al final, ellos han vivido en otra realidad». En cuanto al papel de las mujeres, celebra que ya ha habido un cambio. «Cada vez somos más mujeres y aquí es donde los referentes son importantes. Fui profesora en prácticas y ya vi que hay bastantes más mujeres estudiando que cuando yo lo hice».

Para las jóvenes interesadas en la ingeniería agroalimentaria, su mensaje es claro: «Que no piensen en los impedimentos, que sigan adelante. Hay que ser fuertes, coger lo constructivo y dejar atrás lo que no lo es». En ese sentido reconoce que las mujeres tienen una carga extra: «Ellos no tienen que trabajar estas cuestiones porque no lo viven».

Su trabajo con variedades locales de árboles frutales es un ejemplo del compromiso de Agromart con la agricultura local. «Estas variedades son importantes no solo por su valor cultural, sino también como un reservorio genético esencial». Asume que «mantenerlas es un trabajo extra porque hay que asegurarse de que las semillas no estén mezcladas y que funcionen bien».

El cambio climático también ha impactado su labor. «En los frutales, el efecto es muy claro. La falta de horas de frío está alterando las producciones», comenta. Pero vuelve a resaltar el papel de las variedades locales como aliadas. «Tienen genes que las hacen más resistentes a estos cambios». Finaliza asegurando que el sector «tiene futuro» porque «se están tomando las decisiones correctas».