El calor tiene un efecto directo sobre la presión de los neumáticos, ya que la temperatura ambiente influye en la expansión del aire en su interior. A medida que el mercurio sube, el aire dentro de los neumáticos se expande, lo que puede aumentar la presión interna y, si no se controla, llevar a una sobrepresión. Este fenómeno no solo afecta la comodidad al conducir, sino que también aumenta el riesgo de un reventón, especialmente en carreteras con superficies calientes.
Por otro lado, una presión insuficiente durante el verano puede ser igualmente peligrosa. Los neumáticos con baja presión tienen una mayor superficie de contacto con la carretera, lo que incrementa la fricción y el desgaste. Esto no solo reduce la vida útil del neumático, sino que también puede aumentar el consumo de combustible, ya que el motor debe trabajar más para mover el vehículo. Además, los neumáticos con presión baja tienen un peor desempeño en situaciones de emergencia, como frenadas bruscas o maniobras evasivas, lo que compromete la seguridad.
Ajustar la presión de los neumáticos durante el verano también es importante para optimizar el rendimiento del coche. Una presión correcta garantiza que el vehículo tenga una mejor estabilidad y adherencia en la carretera, lo que es crucial en condiciones de calor extremo donde el asfalto puede volverse más resbaladizo.
Para evitar estos problemas, los expertos recomiendan revisar la presión de los neumáticos regularmente, especialmente antes de realizar viajes largos. Lo ideal es hacerlo cuando los neumáticos están fríos, es decir, antes de que el vehículo haya recorrido una distancia considerable. Además, es fundamental seguir las recomendaciones del fabricante del coche respecto a la presión óptima para cada estación del año.
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