Una amiga me dijo que jamás podría disfrutar de una caña fresquísima en un día caluroso de verano porque su paladar no puede con los sabores amargos. Pobre mujer. Tiene cerrado todo un mundo de exquisiteces. Todos los sabores (con la excepción de lo dulce ya que está en la leche materna) los tenemos que aprender y para muchas personas el amargor es especialmente difícil de aceptar. Una amiga tenía un sistema muy bien pensado para ayudar a sus dos hijos a buscar la esencia en todo lo que ella les ponía en el plato. Cuando uno de ellos puso cara de asco diciendo que no le gusta tal verdura, ella siempre insistió: «Pruébalo tres veces, y si aún no lo quieres, déjalo». Los niños llegaron a aceptar aquellos sabores que antes habían rechazado. Para mí, todos los sabores tienen mi paladar abierto, pero con una excepción: no puedo con el cilantro fresco. Llevo décadas probándolo, pero no hay manera. El sistema de mi amiga maña de saborear tres veces, que funcionó de maravilla con sus hijos, para mí no ha dado resultados.
Panorama gastronómico
El amargor, un sabor esencial en la cocina
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