Cuando los huevos estrellados de Casa Lucio de Madrid se pusieron de moda hace unos 20 años, para los cocineros trendy no bastaba con divulgar el plato clásico de huevos camperos fritos a la vieja usanza (pero sin puntilla) y con patatas fritas kennebec más bien pochadas que fritas. A los cocineros trendy no les gusta que les acusen de copiar recetas de otros cocineros, por lo tanto siempre añaden sus toques personales. En el caso de los huevos estrellados de Casa Lucio, de entrada cambiaron el nombre: de golpe todos decíamos ‘huevos rotos'. Pero los trendies no se quedaron satisfechos con esta pequeña variación porque querían algo más que un simple plato de huevos fritos con patatas, que se puede encontrar en cualquier chiringuito de hamburguesas.
La solución fue muy simple: empezaron a servir ‘huevos rotos con…' Al principio el ‘con' fueron ingredientes lógicos como chistorra (longaniza en Mallorca), bacon, morcilla de Burgos (botifarrones en Mallorca), ‘angulas' de surimi o pisto manchego (tumbet en Mallorca). En algunos sitios de altos vuelos querían un ‘con' que les permitiera cobrar precios también de altos vuelos… y así veíamos huevos rotos con foie, jamón ibérico bellota y hasta langosta. Los precios oscilaban entre 28 y 35 euros. La mezcla de plato pobre con ingrediente de lujo se cobra bien cara.
En el Bistró, el restaurante de El Corte Inglés de Jaime III, en la quinta planta, con vistas de pájaro de la Catedral, sirven patatas fritas espléndidas a 3,10 euros, un precio estupendo ya que en otros sitios están de 3,90 a 4,50 euros. Ya que las ostras están a 4,10 la unidad, decidí inventar un pequeño entrante de lujo… pero a un precio súper asequible. Pedí al camarero una sola ostra en su concha con una ración de patatas fritas, ambos en el mismo plato. Para el camarero seguramente era la comanda más rara de su vida, pero ni se inmutó. Hacía mucho tiempo que no había comido ostras y esa iba a ser la primera vez que comía solo una. Fue una ostra especialmente grande y la mastiqué seis veces en lugar de cuatro para sacar toda su sustancia marina. Después comí las excepcionales patatas fritas con los dedos, una por una. Fue un entrante de lujo y por sólo 7,10 euros. ¿Quién dijo que todos los precios van subiendo?
Como plato principal, dije al camarero que quería la pizzeta más fotogénica de la carta y dejé su elección en manos del cocinero. Fue un buen recurso, porque el cocinero mandó la de verdura, bien poblada de suculentas hortalizas, cucharadas de tapénade provençal y daditos de queso feta (10,65 euros). El camarero la cortó en trozos pequeños y también los comí con los dedos. De postre pedí una de las dos mejores tartas de manzana de la Isla (los asiduos de Casa Maruka sabrán que es la otra) y, como en otras ocasiones, fue un postre 10 (7,50 euros). Está hecha con masa de hojaldre muy fina, con tajaditas de manzana y una bola de helado de vainilla. La comí con cuchara y tenedor.
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