Afortunadamente, podrá retenerse algo de la esencia de Es Racó con la aventura que han emprendido, en el mismo espacio, las tres hijas de Josef y de su esposa Leonor. Con carreras universitarias y trabajo en otros sectores, ninguna había cursado estudios de restauración, aunque habían ayudado en el negocio. En más de una ocasión habían pensado hacer algo en este sector –un bar o algún lugar para comer ligero y disfrutar del entorno–. Las circunstancias han acelerado esa idea, y así ha nacido Ca ses Sauerschell's, aprovechando el mágico entorno donde se ubicaba Es Raco de's Teix. Con la ayuda de su madre, atendiendo las mesas, y el consejo de su padre, han organizado una pequeña y atractiva carta de platos para compartir, bien elaborados y presentados, fríos la mayoría, con alguna aportación caliente del día, dentro de un horario que les permita seguir manteniendo –al menos de momento– sus actividades habituales.
Son conscientes de la intensa dedicación que han tenido los progenitores para mantener los estándares de calidad del Racó, y quieren ver cómo les va su aventura y si pueden conciliarla con su vida familiar. La idea es abrir en verano y otoño de 18 a 23,30 para que los clientes puedan disfrutar de los impresionantes exteriores y la buena temperatura de la tarde-noche. Y en primavera, tal vez también abran a mediodía. Que nadie espere encontrar en Ca ses Sauerschell's la sofisticada cocina de Es Racó. Sí van a encontrar algunos platos sencillos pero bastante originales, elaborados por las hijas pero donde se nota la inspiración del padre, que les ha ayudado, con sus consejos, a redondear sus creaciones. Todos son propicios para compartir y pueden acompañarse de vino por copas.
Cuando les visitamos, apenas unos días después de la inauguración, su carta era corta pero sugerente, y se notaba todavía una cierta falta de rodaje (no nos sirvieron el pan de oliva y mantequilla de limón y romero que aparecía en la cuenta). Tomamos unas rebanadas de pan mallorquín tostado con ricotta, anchoas, tomatitos y esencia de limón, de agradable contraste fresco y cítrico (9€). Unos raviolis con pesto y ragú sobre una delicada salsa –una de las propuestas calientes fuera de carta–, deliciosos de textura y sabor aunque algo escasos (24€). Y un solomillo ibérico, templado, de rojizo interior y notable presentación, acompañado de una bien ornamentada porción de tumbet sobre láminas de verdura (24€).
Los postres, de magnífico nivel y originalidad. Frutos rojos con helado de una variedad de los bosques de Sajonia, fresco y sabroso, y una excelente mousse de chocolate con cerezas al oporto, coronado con una S símbolo de la casa (9€). Perfecto colofón. Razonable oferta de aperitivos, cócteles y gin tonics, y escasa de vinos (apenas cinco variedades de blanco, otros tantos tintos, y un par de rosados y naturales), a precios razonables para un lugar ubicado en ese entorno. Valiente iniciativa emprendida por las hijas Sauerschell, que hacen gala de determinación y encomiable empatía con los clientes en un lugar único.
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