Banoffee con dip de lima y tequila

TW
0

En el Secar de la Real se encuentra un acogedor restaurante, con muy apetecible patio ajardinado rodeado de vegetación e interior de una casa de campo tradicional, denominado Sauvage food & wine, un particular oasis de ambiente informal y bohemio, en el que se puede disfrutar de buena cocina de fusión, fácil de compartir, inspirada en la comida callejera de algunos países asiáticos que han influido a su propietario. Eso sí, de platos bastante picantes. Es la apuesta de alguien que tiene tras de sí una notable experiencia culinaria. Andreas Aberg lleva varias décadas dedicado a la restauración, tanto en su país –Suecia– como en Mallorca, donde vive desde hace 25 años. Trabajó en la cocina del Portixol y con Marc Fosh en Read‘s, y hace ya diez años creó su propio negocio de cátering (The cutting edge Mallorca), que mantiene.

El siguiente paso, lógico, ha sido aprovechar las posibilidades de este agradable espacio en el que elaboraban la comida a domicilio y montar ahí restaurante, para aprovechar la clientela que ya les conocía y llegar a una nueva que va ampliándose por el boca a boca y por las simpáticas aportaciones que realizan en las redes sociales. Un lugar de acogedor toque descuidado y algo kitsch en el interior –como los farolillos al estilo asiático–, estanterías con discos de vinilo y reproductores analógicos, cuadros y fotografías realizados por la pareja de Andreas, y dibujos de la hija de ambos (a la que puede verse de vez en cuando correteando por el local) y con mesas y sillas de bambú en el exterior alrededor del pozo de la casa. El soleado domingo en el que estuvimos almorzando había varias familias con niños en el restaurante.

Andreas quedó atraído por la cocina callejera asiática y particularmente tailandesa, que se ha convertido en elemento distintivo de su carta, compuesta por no demasiados platos, que van variando semanalmente. Platos sazonados con abundantes hierbas, especias y picantes, claramente indicados para evitar sorpresas, en los que demuestra un buen manejo de la brasa. Resultó deliciosamente suave –y, en este caso, sólo ligeramente picante–, la berenjena asada al carbón, labneh (yogur de estilo griego) de harissa, tahini y queso de cabra y membrillo (14,5€), y una consistente larb moo, ensalada tradicional thai, con panceta cortada a cuchillo, torreznos crujientes, arroz tostado y hierbas (17€), que el chef señala como uno de sus platos favoritos.

La estrella del almuerzo fue un buen pargo entero, a la tailandesa, ligeramente cortado en su exterior, frito y terminado al horno, con vinagreta de jengibre, sésamo y ensalada. Sabroso con su toque agridulce, que podría haber tenido un punto menos de fritura para realzar más la textura del pescado. Perfecto para compartirlo entre dos (39€). Habían agotado otra de sus especialidades, cangrejo azul ahumado por ellos mismos con aceite y salsa de chile crujiente, que ofrecen cuando lo encuentran en el mercado.

Los postres son interesantes. Probamos el elegante banoffee con dip de lima y tequila (8,5€), y resultó delicioso el queso azul marinado durante varios días en moscatel, con peras al vino (8,5€).
Magnífico su pan de masa madre de Lozano, horno del polígono de Son Castelló que, además, elabora –según Andrea–, uno de los mejores llonguets de Mallorca. La carta de vinos es corta y bien seleccionada, con etiquetas a precios proporcionalmente más interesantes en su gama media (Mauro Godello a 52€ –44€ en tienda–), y más normal en el resto (Finca Resalso, 26€). Tienen algún mallorquín atípico, como los de la pequeña bodega Fentvi, en la que tres socios elaboran en Llubí vinos de callet negrella, malvasía y giró ros. Ofrecen también algunos cócteles llamativos. Acogedor restaurante, de toque algo bohemio, buen ambiente y magnífico patio exterior, para quienes se atrevan a disfrutar de una cocina especiada y picante.