Imagen de un plato de cocido montañés. | RD

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El Apolonio es un libro de poemas castellano de mediados del siglo XIII que consta de 2.624 versos escritos en cuaderna vía. Es de autor anónimo. Se inspira en un antiguo relato latino del siglo III (Historia de Apolonio, rey de Tiro) y de entre los muchos episodios aventureros de la curiosa narración podemos leer, en lo concerniente a las referencias gastronómicas, lo siguiente, entrelazado con los deseos y preocupación del pueblo por tener un heredero de la corona.

«El rey tenían viejo. De días, anciano, ni les dejaba hijo ni les quedaba hermano, por donde estaba el pueblo en duelo soberano, que señor no quedaría a quien besar la mano...Hacía el pueblo todo, cada día oración, que al rey Apolonio le naciera sucesión. Plúgole a Dios del cielo, ésta, su devoción, y concibió Luciana (la reina) y parió un varón. Por ello eran alegres las gentes en derecho, porque de la natura del señor no saldrían, a modo de leales vasallos juzgarían, las cosas que ellos bien merecían. De la su alegría, ¿quién os podría hablar? Todos se renovaron de vestir y calzar, entraban en los baños por la color cobrar, tenían los barberos prisa por afeitar. Humeaban las casas por las grandes cocinas, traían abundancia de carnes montesinas, de TOCINOS (significa por extensión carne de cerdo) y vacas recientes y cecinas; no costaban dinero capones ni gallinas. El pueblo con el niño que Dios le había dado, andaba muy alegre y muy asegurado...»

De acuerdo con todo ello podríamos disponer en esta ocasión del plato antiguo conocido con el nombre de ‘Montañés’ para cuya preparación herviremos primeramente lo que nos parece una ración de un manojo de espinacas y batiremos dos huevos que sazonados con sal, mezclaremos con dichas verduras. Luego las cuajaremos en una sartén con unos cincuenta gramos de manteca, removiendo la mezcla constantemente. Freiremos después una chuleta de cerdo en buen aceite de oliva, sazonada con sal y si se quiere, con pimienta. Ponemos luego sobre ella dos quesitos frescos partidos por la mitad a lo ancho. Gratinamos la preparación en el horno, a buen fuego, para que el queso se funda. Puede servirse con una rebanada de pan payés frita en manteca. Sencillez rústica, en concreto. El plato descrito es de una ración individual.