Albaricoque de Porreres como referente

Ahora, Gabriel Mora, su nieto, al que también conocen como Biel Parrí, ha dado un empujón al negocio con L’Escrivania, un acogedor restaurante y espacio gastronómico en el que se rinde tributo al albaricoque, acompañante destacado en muchos de los platos que elaboran. En 2009, tuvieron la oportunidad de instalarse en la parte baja de un elegante edificio sito en la misma plaza de la Villa, que a lo largo del tiempo fue ayuntamiento, mercado municipal e incluso prisión.

Han realizado una importante rehabilitación del bello interior abovedado, en la que lo más notable ha sido, sin lugar a dudas, recuperar la singular piedra caliza de sus muros, donde incluso han aflorado inscripciones de cuando sirvió como cárcel.

L’Escrivania se ha convertido en un espacio gastronómico en el que se puede desayunar, almorzar o cenar platos que maridan bien tradición y creatividad, con los albaricoques como denominador común de postres y salsas. En su carta destaca un buen menú de temporada que van adaptando a la estacionalidad de los productos, como el guiso de rape con salteado de berenjenas, o calamares rellenos de carne, piñones, albaricoques y sobrasada; para los más carnívoros, y unas sabrosas costillas de cerdo al horno, con salsa de su cocción, pimiento picante y albaricoque.

El toque de su fruta fetiche está presente también en la salsa que acompaña al confit de pato con patatas. Ofrecen asimismo una amplia variedad de arroces y fideuá, bacalao gratinado con alioli, y pastas y ensaladas para quienes deseen platos menos contundentes.

Es atractivo su menú de mediodía, muy bien presentado, que varían semanalmente. Cuando almorzamos, la propuesta era: crema de setas con picada de ajo y perejil, plena de sabor; coca con espinacas, frutos secos y queso de oveja; y ensalada verde con langostinos, piña y salsa cóctel; y, como principales, un estupendo risotto del chef con hongos y verduras, bastante al dente; brocheta de carne y verduras con salsa; pasta al pesto genovese; y un delicado pescado al horno, con cebolla, tomate, aceitunas negras, ajo y hierbas y alcaparras. Junto con el risotto y la crema de setas, me parecieron lo más logrado de ese menú de mediodía.

Sorprendentes también los postres, uno de sus puntos fuertes, todos de repostería hecha en la casa. Nos propusieron un crujiente hojaldre al horno con fruta, almendras y crema; coca de cuarto con chocolate caliente; mantecados con turrón de almendra tostada, y un delicioso pudin de albaricoque, para rendir tributo a su especialidad. Todo ello a 19 euros, gran precio por su nivel de elaboración, calidad y puesta en escena, con el añadido de disfrutarlo en este espacio único. Carta con bastantes caldos de la zona. Acompañamos nuestro almuerzo con un suave Sincronía de la bodega porrerenca Mesquida Mora. Buen restaurante y espacio gastronómico con una cocina que ha sabido sacar partido a las posibilidades de esta fruta tan vinculada a Porreres. Se pueden comprar mermelada y orejones de Can Parrí allí mismo.