Acogedora calidad y servicio en Consell

Cardenal hecho en casa.

Augusto SoyerPalma15/03/25 4:00

Es Rústic lleva en su nombre el añadido de petit restaurant. Es realmente eso, un pequeño restaurante, pero es bastante más. Es un acogedor enclave, de dimensiones reducidas (algo más de una veintena de comensales), grande en atención y contenido gastronómico. Algo que hace posible su propia filosofía familiar -lo regenta desde hace una docena de años la familia Seguí Marroig- con un resultado que conjuga calidad y satisfacción para el cliente. Aina, en la cocina, y su marido Toni en la sala, han convertido este restaurante, ubicado en una casa de dos plantas en el centro de Consell, en uno de esos lugares discretos, cálidos, frecuentados por una clientela repetidora que se ha encargado de transmitir por el boca a boca las excelencias de su cocina mallorquina mediterránea. Platos donde utilizan, en lo posible, productos de temporada que conforman una carta estable que apenas sí han variado en los últimos años, conscientes de que sus clientes regresan en busca de lo que les han servido y les ha gustado. Ensaladas de pato y parmesano, carpaccio de bacalao ahumado, espléndida crema de calabaza, almendra y queso de cabra, o el suculento suquet de pescado, inspirado en una antigua receta mallorquina, elaborado sin prisa, o los pimientos de piquillo rellenos de cangrejo y gambas.

Entrantes para disfrutar compartiéndolos, que con frecuencia pueden complementarse con alguna sorpresa fuera de carta, como la finísima y delicada pasta filo rellena de setas y trufas de la que disfrutamos. Salida del horno apenas unos minutos antes, una verdadera delicatessen (18 euros). Gran nivel también de su tratamiento de los pescados. El rodaballo con mayonesa de ajo negro al horno que tomamos estaba perfecto de punto y sabor, sin que el acompañamiento solapara la delicadeza del pescado (27 euros). Las carnes son otro de los atractivos de la cocina de este restaurante, tanto su solomillo Wellington como el que preparan acompañado por salsa de setas o café de París. Y en su punto de asado, el cabrito lechal con romero y miel, acompañado de verdura y patatitas, tierno, jugoso. (32 euros).

Paletilla de cabrito lechal con romero y miel

Prácticamente todos los postres los elabora Aina, quien ha ido puliendo paulatinamente su magnífico hacer desde sus inicios como cocinera en una buena casa privada de Sóller. Nos sorprendió con un particular cardenal elaborado por ella, más consistente que el conocido de Lloseta, pero igualmente delicioso y suave, y con unas pinceladas de mermelada de uva tinta.
Un estupendo fin de almuerzo, que competía con otras atractivas propuestas dulces: mousse de chocolate, crème brulée y tarta de queso. Todas con una apariencia envidiable.

Mesas vestidas con manteles de algodón perfectamente planchados, grandes servilletas engarzadas en anillos con el logo del restaurante, y sobresaliente cristalería. Un añadido casi olvidado, magnífico, uno más de los alicientes de esta recomendable casa de comidas. Carta de vinos no demasiado amplia pero bien seleccionada. Representantes locales -de la vecina bodega Ribas y de Binissalem-, y reconocidos de Ribera de Duero (Aalto, Capellanes, Carraovejas) a precios bastante razonables (multiplican por algo más de dos el de tienda). Hay un buen Ciller de Silos, un Ribera menos glamuroso pero de calidad, a un precio estupendo. Y muy sabroso su propio aceite, de la variedad mallorquina, procedente de su finca de Ca’n Llarg, en Sóller. Un magnífico restaurante, acogedor, con estupendo trato, servicio y puesta en escena, a precio justificado por su calidad.