Palau dels Reis de Mallorca, Perpinyà. | Gaspar Valero

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Buenos días, esforzados alumnos. Hoy hablaremos de las pugnas entre hermanos derivadas del testamento de Jaume I. Allá vamos:

El 27 de julio del año 1276 murió el gran rey Jaime I; sus hijos Pere y Jaume heredaron la corona de Aragón, que tuvo que dividirse: Pere fue rey de Aragón y Jaume de la nueva Corona Mallorquina. Jaume II fue coronado rey de Mallorca en la iglesia de Santa Eulalia de la Ciutat de Mallorca el 12 de septiembre de 1276, donde juró los privilegios y franquezas del Reino de Mallorca; posteriormente, tomó posesión del Roselló y de los otros condados norcatalanes, y también del señorío de Montpellier. La división de la Corona de Aragón fue una resolución que el rey Pere, considerándose heredero único, no aceptó nunca. En 1279 Pere obligó a Jaume a firmar el 'tratado de Perpiñán', por el que el rey de Mallorca se declaraba vasallo del rey de Aragón. La tranquilidad no duró mucho, por culpa de la coyuntura siciliana. Después de las Vísperas Sicilianas (30 de marzo de 1282) Pere, llamado el Gran conquistó Sicilia, el 4 de septiembre. En represalia, el Papa Martín IV excomulgó al rey Pere e invistió a Carlos I de Valois como nuevo rey de Aragón.

-Vaya un farol, profesor. ¡El papa quitando y poniendo reyes!

-Sí, el poder temporal de la Iglesia no era precisamente neutral. Como decía, se iniciaba así la Cruzada contra la Corona de Aragón. En este conflicto, el rey Jaume II de Mallorca, hermano del rey Pere, se puso al lado del rey francés. Así las cosas, este monarca pidió apoyo a Jaume II para pasar por sus territorios para entrar en Cataluña. La situación y también la religiosidad de Jaume le impedía enemistarse con la Santa Sede y, al mismo tiempo, era peligroso traicionar el vasallaje debido a su hermano mayor, aunque la excomunión de Pere, ante el papa, eximía a Jaume del sometimiento feudal a su hermano. Entre la espada y la pared, el 16 de agosto de 1283 se firmó, en secreto, el Pacto de Carcasona, entre Jaume II de Mallorca y Felipe III de Francia, por el que Jaume se comprometía a apoyar y dejar pasar las tropas francesas por las tierras del Roselló para ir contra el rey Pere.

-Apuntad bien la bibliografía, porque la profesora Maria Barceló Crespí lo cuenta en su biografia de Jaume II: Pere se enteró de las intenciones del hermano y entró militarmente en el Roselló, de tal modo que consiguió que abrieran las puertas de la ciudad de Perpiñán y también las del palacio o castillo real que, ¡vaya sorpresa para más de uno!, se llama Palau dels Reis de Mallorca.

-¡Uau, el palacio de los Reyes de Mallorca está en Perpiñán!

-¡Desde luego!, es hermano del Castell Reial de l’Almudaina y nos indica que Perpiñán o Perpinyà i la Ciutat de Mallorca eran co-capiles de la nueva Corona mallorquina. Bueno, pues, continuando con la professora Barceló «fue entonces cuando, según la leyenda, Jaume huyó por una cloaca y se refugió en el castillo de la Roca. La familia de Jaime II quedaba en manos de Pedro, puesto que la reina Esclarmonda fue hecha prisionera, junto con sus hijos, aunque pronto fue liberada, gracias a las peticiones del vizconde de Cardona y del conde del Pallars».

Efectivamente, cuando a Pere, rey de Aragón, le llegaron noticias del pacto entre el rey Jaume II de Mallorca, hermano suyo, y el rey de Francia, gran enemigo, ¡la que se armó! se puso furioso y decidió invadir el Roselló, que entonces formaba parte de la Corona mallorquina. Pedro controló el palacio del rey de Mallorca, en Perpiñán, encarcelando, de hecho, a la familia real mallorquina: el rey, la reina Esclarmonda y sus 4 hijos. A pesar del estricto control de los guardas de Pere, Jaume consiguió salir del palacio de manera rocambolesca. Tomamos de la «Crónica» de Bernat Desclot el episodio, y lo recontamos a nuestra manera:

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"-Esclarmonda, tengo que confesarte que he tratado y consentido tales cosas contra mi hermano Pere y a favor de los franceses, que, si por desdicha descubre lo que he hecho, estoy seguro de que me matará". «-¿Qué dices, rey mío? Seguro que no te quedaba otro remedio... Y ahora, qué haremos». «-En este preciso momento, mi hermano cree que estoy durmiendo, debilitado por la enfermedad; pero, realmente, ahora mismo comprobaré si hay algún agujero o mina por donde poder salir del castillo sin ser visto».

"-Por qué no consultes el tema con el maestro de canteros del castillo" -le dijo Esclarmonda.

«-Sí, buena idea, ahora le haré venir. ¡En este castillo, él sabe todos los entresijos y secretos; como decimos, ‘sap on es colga el dimoni!’».

El rey dijo al albañil: «-Maestro, usted que ha levantado el castillo, ahora necesito que me demuestre su valía, buscando ventana o aspillera o agujero, por donde pueda salir de esta habitación, directamente al exterior». El maestro, mesándose la barba, respondió: «Uff, majestad... ni una rata podría salir de aquí que no fuera descubierta, de tal modo asedia el castillo el rey de Aragón. No sé cómo complaceros en este tema». Cuando el rey Jaume escuchó tal respuesta, se desanimó, però, insistiendo, le dijo al maestro que era necesario salir, no sólo de la estancia sino también del castillo. «-Vamos, vamos, comience a cavar una mina dentro de la habitación, que prefiero morir fuera que permanecer aquí en poder de mi hermano». «-Señor, dijo el maestro, eso es fàcil de decir, pero difícil de conseguir. Si no fuera usted quien sois, os intentaría sacar por un sitio que yo sé». «-¡A qué te refieres! -dijo el rey- ¡Te parece, belitre, que no soy digno de intentarlo, como cualquier otro!». «-Decís verdad -asintió el maestro-, pero tengo vergüenza de decir a un tan noble y tan honrado señor como usted, que salga por un lugar así; mayormente porque ha estado enfermo y todavía no se ha curado del todo». «-¿Y cuál es ese maldito lugar?... no podemos perder más tiempo» -dijo el rey, ya muy enojado. -Señor -dijo el maestro-, cuando levantamos el castillo, hicimos una cloaca que viene de la cocina, y pasa por debajo de esta habitación, y sale fuera del castillo, a la distancia de un tiro de ballesta. Y es bastante ancha, que bien podría pasar un hombre de bruces» «-Una cloaca...?» «-Sí, majestad, ¡una alcantarilla de agua sucia! Ya le digo, está llena y pringada de mugre, motivado por las aguas y porquerías que tiran por ahí continuamente. Me temo que, si intentara salir, quizá le harán gran daño el hedor y la suciedad que hay allí dentro». «-¡No me digas!. ¡No es momento de refinamientos! ¡Por tan dèbil me tenéis y por despoderado que no pueda hacer yo lo que hacen los demás! Si es así como contáis, ¡adelante con los faroles! No perdáis tiempo, agujeread rápido y procurad acertar el lugar por donde pasa esa dichosa cloaca».

¡Dicho y hecho! el maestro, armado de pico y martillo, abrió y rompió las losas de la habitación, y llegó al punto por donde pasaba la alcantarill; y la encontró ancha, más de lo que creía. El rey Jaume, cuando la vio, respiro aliviado. Limpiaron con tanta agua como pudieron. El maestro entró con luces de candelas y la exploró completamente, hasta que vio que la salida era practicable. Cuando se lo contó al rey, éste se alegró. Se vistió con toga de blanco de Narbona, bien forrada de tinte en grana, y entró en la mina, detrás del maestro, que iba delante de él con luz de candelas con una linterna en la mano, y dos quienes le seguían detrás, y nadie pus .

-¡Pobre vestido de lujo, con tanto ‘glamour’!... no me lo creo, profesor.

-Ah... así lo cuenta el gran Desclot!... a ver si lo investigáis!

Antes de salir, se despidió de su mujer la reina; y con grandes lágrimas se separaron; y ella permaneció en su alcoba; y él partió por la cloaca, hasta que llegó al otro extremo, fuera del castillo. El rey Jaume de Mallorques cuando estuvo fuera, se dio por salvado; es cierto que se encontró sucio, él y su vestido; pero pensó: "por un clavo no se pierde una herradura... tengo tanta alegría, al comprovar que hemos salido sanos y salvos!". Y si estaba enfermo y de complexión bébil, nadie lo hubiera dicho, pues empezó a andar pronto y espabilado, tomando el camino del castillo que se llama la Roca. Cuando hubo caminado alrededor de media legua, encontró a un hombre de aquella tierra que llevaba una burra, y le dijo que se la prestara hasta el castillo de la Roca, y el hombre aceptó. Y así el rey Jaume II llegó al castillo; los del Castillo le reconocieron, maravillándose mucho, y lo recibieron muy honradamente. El rey Jaume permaneció por un tiempo allí, «cul batut i cara alegre».

-Vaya una película, «Vell professor». ¡Si esto fuera Hollywood, ya tendríamos una superproducción!.