La coach explica que «poner límites no es más que una forma de establecer una línea imaginaria entre lo que estoy dispuesta a tolerar respecto a lo que me pasa. Es una forma de cuidarme y de tener relaciones más equilibradas conmigo misma y con el resto».
Almarcha advierte que muchas personas tiene ciertas dificultades a la hora de exponer los límites. «Una de las causas posibles se puede deber a cómo hemos estados educados, saber de dónde venimos, cómo ha sido nuestro modelo de límites nos puede ayudar a reconocer en nosotros esa dificultad y, a partir de aquí poner todos nuestros recursos para empezar a hacerlo de una forma respetuosa».
Por otro lado, señala que «'el miedo a' puede esconder la baja capacidad para desarrollar esta habilidad. En este sentido, el sentirse rechazado por la familia si se dice que no a algo, el miedo a ser despedido si se ponen ciertos límites que me cuiden como trabajador…van a hacer que continuamente estemos dejando de ver y cuidar una parte de mí relevante lo que puede llevar a considerar a los demás más importantes que yo, dañando así mi autoestima y mi autoconcepto».
La coach precisa que «si como adultos ya en muchas ocasiones nos cuesta poner límites y decir no, cuando se trata de los jóvenes, todavía se acusa más. En muchas ocasiones el no saber sostener ese no en su grupo de pertenencia pueden ponerlos en una situación de desventaja y sumisión, dejándolos a merced de los deseos del más fuerte. En estos casos es prioritario saber enseñar como marcar límites y, sobre todo, como llevar el hecho de que la otra persona no lo acepte».
No poner límites tiene consecuencias, como «desencadenar en un sentimiento de baja autoestima, una alta irritabilidad por almacenar tanta impotencia y frustración, incomprensión, sentimiento de culpa y, como guinda, sensación de abuso al tener la continua sensación de que los demás se aprovechan de uno».
¿Cómo exponer nuestros límites de una forma clara?
Almarcha expone que «muchas veces nos resulta complicado establecer un límite claro porque nosotros mismos no sabemos cuál es; directamente somos presos del estímulo que nos lleva a reaccionar de una forma automática y reactiva que nos aleja de poder mantener una buena conexión con la otra persona. Para conseguir aprender dónde esta nuestro límite es tan sencillo como escuchar cómo nuestro cuerpo nos habla ante distintas situaciones que nos estimulen. Para algunos será un nudo en la garganta que le provoca un bloqueo, para otros será un calor corporal que le asciende desde el estómago… Aquí es cuando podemos parar y analizar lo que nos está pasando y saber cuál es nuestro límite».
«Otra forma de saber donde están tus límites es conociendo lo que quieres y necesitas, tener claro tus necesidades te ayudará a establecerlos de una forma más específica y clara», añade.
A su modo de ver, «saber exponer de una forma adecuada nuestro límite o lo que para nosotros es importante es fundamental para poder establecerlo. La asertividad -la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, abierta, directa y adecuada- nos ayudará a expresarlos sin herir a los demás. Muchas veces podemos pensar que alzando la voz vamos a poder imponer mejor nuestro límite, pero esta opción solo lleva a la desconexión con el otro y obtener una reacción desmesurada del otro. Por lo tanto, es importante que practiques la asertividad para que pueda ser entendido tu límite».
Almarcha asegura que «tan importante es saber expresar un no como sostener la frustración de la persona que lo recibe. Sin duda requiere también temple y no tomar como personal las reacciones que se puedan generar en el otro como consecuencia del límite. Cuidarte en este caso también es importante para que no se deteriore la relación».
«Aprender a decir no y saber poner límites puede ser posiblemente una de las herramientas de autocuidado más importantes. Al decir no me pongo como protagonista de lo que realmente quiero para mí, priorizándome y evitando alargar en el tiempo el sentirme no tenido en cuenta. Puedo dejar de lado el papel de actor secundario y empezar a tener relaciones más equilibradas y saludables donde todos se vean cuidados y respetados como personas, ya que todas las necesidades son tenidas en cuenta. A partir de aquí, será más fácil llegar a acciones que beneficien a todos», concluye.
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