En este sentido, sostiene que «si deseamos tener una vida más conectada con nosotros mismos, un buen propósito para este año es convertirnos en nuestra mejor versión como investigador y empezar a ser curiosos sobre cómo reacciona mi cuerpo ante ciertas sensaciones físicas, emociones o reacciones que de modo inconsciente hemos normalizado». Almarcha explica que «este mundo nos lleva a vivir las cosas a un ritmo, quizá en muchas ocasiones, desenfrenado, lo que hace que vivamos sin estar atentos a cómo está reaccionando nuestro cuerpo y, cuando realmente empezamos a darnos cuenta es cuando hemos dejado de dormir bien, cuando nuestra alimentación deja de ser saludable o cuando nos vemos en episodios de apatía continuada».
«Nuestro cuerpo es como un radar para detectar lo que nos sienta bien y lo que no, y lo hace a través de sensaciones físicas como el dolor, la tensión, malas digestiones, cansancio…; también lo hace con sensaciones emocionales que dan respuesta a la tristeza, el enfado, la alegría, la impotencia…como sea, el cuerpo nos habla y quizá la pregunta que nos tengamos que hacer es si realmente lo estamos escuchando», describe. En este punto, argumenta que «es importante tener en cuenta que cuerpo y mente son un binomio que se relaciona de una forma muy íntima, por lo que lo sería deseable que fueran a la par para lograr así los beneficios que nos puede aportar saber escuchar a nuestro cuerpo».
Beneficios de escuchar al cuerpo
La coach personal y de salud, Marga Almarcha señala que «cuando hablamos de beneficios, sin duda el primero que aparece es el que se relaciona con la alimentación, y más concretamente, con la forma en la que tenemos de alimentarnos que, en muchas ocasiones se puede alejar de una verdadera alimentación que nos cuide. En este sentido es importante poner a trabajar nuestros sentidos y no sólo para identificar si un plato está bueno o no, sino para notar en nuestro cuerpo cómo determinados alimentos nos afectan, ya sea porque hinchan nuestro abdomen, nos generan cansancio o porque notamos que nos ponen más alterados como es el caso de la cafeína o de los azúcares refinados. De sobra es conocido la importancia de llevar una alimentación que contenga todos los nutrientes necesarios y, al mismo tiempo es importante empezar a potenciar nuestra percepción de cómo esa alimentación influye en nuestro organismo. Saber esto nos ayudará a elegir de forma más consciente lo que comemos y empezar a ver los alimentos como potenciadores de nuestra salud y no como una especie de 'quitahambre'».
El segundo pilar es la actividad física. «Ya sea por defecto o por exceso, escuchar a nuestro cuerpo va a ser muy importante para averiguar cuando le va mejor entrenar, qué intensidad está dispuesto a aguantar, qué tiempo y, sobre todo, que descanso necesita. También el cuerpo nos habla cuando no estamos realizando ningún tipo de actividad física a través de más cansancio, poca flexibilidad, rigidez, pocas ganas de hacer cosas, apatía… El deporte genera endorfinas que nos regalan un mayor bienestar, conectar con él viene de la mano de escuchar las sensaciones que se desencadenan en nuestro cuerpo, así que merece la pena parar y escuchar», explica.
Otro beneficio de esta escucha es «reconocer las emociones que están vivas en nosotros y que surgen como consecuencia de las cosas que nos pasan o, más bien de eso que nos decimos respecto a lo que nos pasa. Las emociones sirven para darnos una información muy valiosa por esta razón no son buenas ni malas, están para ponernos en conocimiento de que alguna necesidad no está cubierta por lo que saber atender nuestro cuerpo y averiguar en qué parte estamos sintiendo la emoción (puede ser en el pecho, como un peso en los hombres, con rigidez facial…) es muy valioso para identificarla y, a partir de aquí descubrir qué necesidad no está satisfecha. Esta información es de un valor incalculable ya que, sabiendo qué necesito en qué momento podré buscar la mejor estrategia para cubrirla».
Almarcha expone que «esto último nos lleva de la mano al cuarto beneficio y último pilar, si soy capaz de parar y escucharme, soy capaz de saber qué pienso, qué siento y qué necesito, lo que me lleva directamente a conocerme mejor y a saber poner límites que me sepan cuidar. Por otro lado, me ayudará a tomar mejores decisiones y realizar acciones que vayan encaminadas a cuidarme y a contribuir en mi bienestar y en el de los demás». Para finalizar, concluye que «escuchar cuerpo y mente como un todo, es la llave a una mayor calma, a un mayor conocimiento que nos impulse a vivir una vida con una mayor coherencia y congruencia con nosotros mismos y con nuestro entorno».
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