El dolor es una reacción a un daño real o potencial en nuestro cuerpo.

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Tanto con el envejecimiento natural, como con los accidentes o el exceso de actividad física, podemos experimentar dolor. Este es simplemente una señal de advertencia de una condición médica subyacente. Sin embargo, a veces el dolor en sí mismo se convierte en un problema y se hace imposible recuperar la sensación de bienestar. Para ello, debemos disponer de los medios que ayuden a paliar o eliminar esta experiencia desagradable y restrictiva. En este contexto, es importante recibir un apoyo seguro y eficaz.

El dolor puede ser un problema en sí mismo

Como se mencionó anteriormente, el dolor es una reacción a un daño real o potencial en nuestro cuerpo. De esta forma, procuramos no tocar o mover la zona afectada hasta que se haya curado. Sin embargo, hay un factor importante que puede afectar la efectividad de esta respuesta. Alterándose tanto en intensidad y en duración, la forma en que se siente el dolor varía de persona a persona. Como resultado, lo que puede ser una sensación soportable para algunas personas, se convierte en un problema adicional para otras, que no proporciona el más mínimo beneficio.

Cómo sus variaciones nos pueden dar pistas sobre su causa

No solo el dolor varía de persona a persona, sino que es posible experimentar diferentes tipos de dolor cuya causa pueda averiguarse según cómo se comporte. Con esto en mente, el dolor se puede clasificar según la duración, el grado, el origen y la intensidad del dolor.

El dolor repentino se llama dolor agudo. Si supera los 6 meses, se considera crónico y tiene un coste psicológico y emocional. Del mismo modo, podemos diferenciar entre el dolor local, centrado en áreas más o menos delimitadas, o el generalizado, que es más difuso y extenso.

En cuanto al origen del dolor, la clasificación es demasiado extensa, debiendo distinguir según tejidos y diferenciar entre sus particularidades. Los más comunes son los dolores articulares y musculares. Como su nombre lo indica, el dolor articular o artralgia sucede en las articulaciones, las áreas de movimiento entre los huesos. Suelen ser comunes con la edad, en el momento que aumenta el peso sobre ellas o hay alteraciones de la presión atmosférica, sin que haga falta mover las articulaciones. En cambio, el dolor muscular o mialgia ocurre durante o después del ejercicio. Es especialmente notable con esfuerzos excesivos o repetitivos, o con ejercicios de muy alta velocidad o con una extensa amplitud articular.

El dolor puede tener fin

Sabiendo esto, necesitamos descansar para evitar que empeore. De esta forma, evitamos la actividad que lo haya podido provocar y restauramos nuestro organismo. El dolor agudo se beneficia de la aplicación de frío local, sobre todo al observar también la presencia de inflamación. El dolor crónico, como ocurre en las articulaciones, encuentra mejoría en el calor. Por supuesto, si tienes dudas o si el dolor persiste o empeora, siempre puedes confiar en tu médico. Este te recomendará el curso de acción, incluyendo fármacos o fisioterapia.

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