Forjaremos nuestro destino desde la experiencia de las vivencias que vivimos de niños. | Chuotanhls (Pixabay)

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La famosa frase 'infancia es destino' apunta que nuestra niñez marca las tendencias que seguiremos repitiendo a lo largo de nuestra vida. Nuestras primeras relaciones afectivas, principalmente con nuestros padres, determina los valores que seremos capaces o no de experimentar en nuestra vida adulta. En la infancia se tejen los entramados más finos de nuestro carácter.

Cuando de niños vivimos la separación de nuestros padres y experimentamos esa primera ruptura, algo dentro de nosotros también se queda marcado por el duelo de la pérdida. Acontecimientos dolorosos, padres o madres incapaces de expresar afecto, enfermedades, la perdida de seres queridos, mudarnos de nuestros países… Todas estas circunstancias van creando patrones de conducta afectiva en nuestra forma de ser que después irán determinando nuestras relaciones y por lo tanto nuestra vida, nuestro camino. Forjaremos nuestro destino desde la experiencia de estas vivencias.

Por ello, infancia es destino, lo que intrínsecamente implica es que todo aquello que hayas vivido en la infancia será lo que mayoritariamente determine la vida que tendrás. Sin embargo, desde la práctica espiritual o de la psicología trascendental o cualquier trabajo interior que decidas realizar, puede ofrecerte una nueva libertad. La libertad que nace de hacernos responsables de nosotros mismos, de nuestras heridas, traumas, dolores, pérdidas y comenzar a trabajar en ellas.

Una vez que comenzamos el trabajo interior tenemos la posibilidad de reducir la sentencia de que todo lo vivido ha de determinar nuestro porvenir. Trabajar en nosotros mismos aligera el peso del pasado y permite que se abran nuevos horizontes de expresión de quienes somos y quienes queremos llegar a ser.

El trabajo interior es lo que eventualmente nos conduce a nuestros Dharma. El Dharma es la expresión particular de tu propia alma, es el ser único e irrepetible que eres y que tiene una forma muy particular de expresar quién es y qué es lo que ha venido a regalarle al mundo.

En última instancia este es en realidad el propósito más relevante de todo camino interior. Nuestra infancia determina quienes somos, el trabajo interior que hagamos, permite aligerar la carga de ese pasado para encontrar nuevas formas de expresión y en un estado aun más profundo está el reconocimiento del Dharma. ¿Qué he venido a traer al mundo? ¿Cómo puedo servir a o demás?

Una vez hemos comenzado el trabajo personal, una vez que hemos ido liberando las capas del dolor, del miedo, de la angustias... entonces comienza a haber suficiente espacio interior para que el Dharma-el Regalo se devele. Y vivir sirviendo el Dharma, el Don, es la existencia más luminosa a la que podemos aspirar, porque entonces estamos resonando desde la verdad de nuestro corazón, desde la naturaleza de nuestra alma y desde ahí podemos ayudar a las demás personas.

No seamos conformistas, no nos derrotemos frente a los acontecimientos de lo vivido; en nosotros hay una inmensa capacidad creativa que nos acerca a la verdad de lo que somos y lo que venimos a regalar al mundo. Comienza hoy y sigue mañana.

Comienza por reconocer todo lo que no eres, asistir a una terapia siempre ayuda en esos primeros pasos, practicar Kundalini Yoga, participar de terapias como Constelaciones Familiares, ... Hay muchas herramientas que puedes utilizar para comenzar ese camino.

Espero que comiences y sigas y que encuentres la libertad que nos otorga dedicar nuestra vida al servicio de la naturaleza de nuestra prima alma, mucho más allá de los condicionantes de lo vivido en la infancia. Una vez realizado este camino, podrás volver a sentirte como una niña o un niño, que desde la inocencia y la alegría del presente comparte la naturaleza de su propio ser.