Pensar que, por ceder, hemos solucionado el problema y que se ha llegado a un acuerdo, nos aleja de buscar otras opciones más óptimas y cuidadas para las personas que forman parte del conflicto.
Ceder, sin duda, no es la mejor opción de todas las posibles alternativas a las que podemos llegar, básicamente porque el escenario que nos regala es aquel donde queda un perdedor y un ganador. El que cede, normalmente, va regalando terreno de su poder personal por el camino; y, el que gana, va posicionándose ganando ese terreno a costa de la seguridad de la otra persona.
Y es que, la persona que cede puede estar creyendo que, de esta forma, sus relaciones van a funcionar mejor porque antepone sus necesidades, sus preferencias o sus opiniones a las de la otra persona y, lo que no sabe, es que detrás de esta dinámica, normalmente se esconde una falta de seguridad, una búsqueda de aprobación o el miedo a tomar decisiones.
Este miedo a tomar decisiones en muchas ocasiones viene enmascarado del hecho de no querer asumir la responsabilidad que conlleva las consecuencias, es más fácil estar de espectador, aún con la sensación de haber cedido, que asumir que me he equivocado con la decisión tomada.
Y, si nos adentramos en el mundo emocional, ceder nos deja con una sensación rara, que, si la tuviéramos que definir, sería como resignación al saber que, se sacrificó más de lo que se debía y que no se verá compensado. Lo que a la larga solo nos generará malestar y frustración.
En la otra cara de la moneda, está la posibilidad de resolver los conflictos o las diferencias de otra manera, aprendiendo a conceder. Y, es que, conceder requiere y conlleva saber llegar a acuerdos, aprender a negociar y, lo más importante, poner las necesidades de ambas personas en el mismo plano para que se vean reconocidas en igualdad de condiciones.
Cuando concedemos, no sentimos que haya ganadores y perdedores, al contrario, se baila en un «Tú ahora, después yo, pero siendo nosotros». No notamos que estemos sobrepasando ningún límite nuestro ni que traicionemos valores importantes para nosotros, al contario se vive como una contribución al bienestar del otro sin necesidad de compensación alguna y sin perderse uno en el otro.
Conceder nos ayuda a ir hacia ese equilibrio tan necesario que es el dar y recibir, donde cada uno es responsable de cubrir sus necesidades desde su poder y autonomía personal y, al mismo tiempo, se pueden ver las necesidades de la otra persona e intentar cubrirlas desde la generosidad y no, por esperar algo a cambio, por inseguridad o porque si lo hago me aseguro de que te quedes a mi lado.
Y es que, sentirnos en igualdad dentro de una relación, pasa por ver las necesidades de ambos y aprender a conceder los espacios necesarios para que se puedan cubrir sin necesidad de sacrificar nada.
Para conseguir esto, se hace necesario cultivar la generosidad de corazón, la que es necesaria para saber que, cuando tomamos una decisión no estamos con ello traicionándonos, si no que estamos cuidando algo importante para nosotros, al mismo tiempo que también vemos y reconocemos lo que la otra persona necesita y es.
En la comunicación encontramos la mejor herramienta que nos ayuda a expresar esos pensamientos, esas ideas, emociones y necesidades que, en el momento de conflicto son tan importantes saber exponer para poder llegar a ese acuerdo que nos haga sentir cómodos, vistos y tenidos en cuenta.
Y, sobre todo, la intención: desde dónde quieres hacer la concesión. ¿Desde dónde concedes? ¿Cuál es tu intuición cuando lo haces? ;en el fondo, ¿quieres seguir ganando? ¿Quieres que alguien pierda? Preguntártelo te ayudará a poner atención a los valores que estás poniendo en juego.
¿Ceder o conceder? ¿Ganar o perder? Preguntas sencillas que en muchas ocasiones no son fáciles de contestar teniendo en cuenta que, en la sociedad en la que vivimos, se ensalza a los ganadores, se cede por conseguir algo a cambio, donde las concesiones hechas, a priori, desde la generosidad se tornan en reproches…es importante que tengas en cuenta que si la respuesta te genera incomodidad…ahí no es.
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El reino ee la abstracción conduce directamente a la nada.