El Mallorca no logró soportar el frenético ritmo anotador de La Laguna, que al descanso había abierto una brecha abismal (40-58) y firmaba unos porcentajes de vértigo. Eso, unido a las constantes gentilezas defensivas del grupo de Sastre, permitió a los canarios castigar al Mallorca desde el salto inicial. El triple inicial de Heras era un aviso. Desde ese punto, los interiores de La Laguna (Guillén, Donaldson y Chagoyen) fueron una pesadilla para el cinco naranja, que reaccionaba a fogonazos, y de la mano de un regular Joan Riera detenía la primera hemorragia (13-13).
Con Blanch y Green fuera de cobertura, el Mallorca notó y pagó en exceso su debilidad desde el perímetro. Los naranjas veían cómo su principal argumento no carburaba y La Laguna no lo desaprovechó. Donaldson y Rost dieron forma a un 0-9 (15-24) que remató Íker Urreizti para cerrar un primer cuarto que sembró dudas en la grada (17-27).
La crisis defensiva se agudizó camino del descanso. El Mallorca recibía 31 puntos en diez minutos y se asfixiaba ante el frenesí ofensivo de los hombres de Alejandro Martínez. Urreizti y Heras hurgaban en la herida desde más allá de 6'75 (19-36) y agudizaban el peor momento de los anfitriones. Biviá y Amador capitanearon una reacción que se quedó en mero espejismo, pues la entrada en pista de Garrido frenó en seco cualquier conato de reacción.
Jakim Donaldson (31 puntos y 14 rebotes) era un dolor de cabeza y el Mallorca pagaba su déficit exterior yéndose al vestuario dieciocho abajo.
Mucho tenían que cambiar las cosas para que el triunfo no se fuera rumbo a Canarias. La Laguna se crecía y Guillén se permitía licencias desde todos los rincones de la pista (46-69).
Apareció Biviá para apagar otro incendio, pero las llamas ya habían abrasado la línea de flotación de los mallorquines. Los triples de valenciano fueron el único bálsamo para un Mallorca que se fijaba como meta luchar por el average. Un mal menor.
Cage volvió a sofocar las alegrías locales y Green entraba en escena cuando el choque languidecía y La Laguna se limitaba a controlar el tiempo del partido.
Los canarios hacían valer su demoledor baloncesto frente a un rival desconocido, inferior bajo los tableros, más desacertado de lo normal en el que es su principal argumento -el tiro- y desbordado por un adversario que no dejó pasar la oportunidad para marcar distancias y recordarle al Bàsquet Mallorca cuál es su guerra, viendo frenada una ascensión vertiginosa que tras el derbi parece haber hallado un punto de inflexión. Eso sí, los de Sastre han hecho buena parte de los deberes, pero deben tomar nota de una ampulosa derrota.
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