En su día fue Jorge Lorenzo quien rompió una barrera inexpugnable para el deporte balear. Fue en el Gran Premio de Brasil de 2003, cuando logró su primer podio y triunfo en el Mundial de motociclismo. Y seis días después de que otro integrante de la saga Salom -David-, se estrenara en el cajón (tercero en Supersport en el Motorland), el último exponente de este apellido accedía a la leyenda.
Y no fue en una jornada plácida, pues la lluvia obligó a parar la carrera de 125 centímetros cúbicos rebasados los dos tercios del Gran Premio de Holanda. En plena lucha por el podio, Luis Salom atrapaba un segundo puesto -ganó Viñales y Gadea fue tercero, con Perelló 27º- que le permite sumar veinte puntos y escalar al séptimo lugar del Campeonato. «Ha sido una locura, pero lo importante es que estamos delante», admitía Luis, que el viernes firmó su mejor resultado en una calificación (5º) y en Silverstone rozó el podio (4º). La rotura del guardabarros y el roce del carenado con la rueda delantera afectó a la aerodinámica de la Aprilia del RW Racing, que vio «una carrera agresiva, pero podía ganarla y no arrojé la toalla. Es un momento especial, por ser en casa del equipo y el patrocinador (TVM). Va por ellos y por mi gente, que siempre me ha apoyado», aseveró Salom, que obsequió a Roelof Waninge y Hans Spaan (propietario y jefe de mecánicos) con su mejor resultado en el Mundial, aunque Luis promete «seguir dando guerra».
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