Ahora, el presidente ya ha gastado muchos cartuchos. Mantiene a Van
Gaal porque no tiene nada mejor a mano, ha tenido que remodelar
íntegramente la nómina de vicepresidentes, quienes le han
abandonado, y ha estado a punto de ver cómo triunfaba una
iniciativa para forzar una moción de censura contra él y su
directiva.
Y mientras, muchos recuerdan unas manifestaciones de Johan Cruyff,
un referente en la sombra del barcelonismo, que cuando se le pidió
que analizara la situación se preguntó: «¿Qué tiene que pasar en el
Barcelona para que finalmente pase algo?».
A los problemas deportivos, se le han sumado ahora otros de
orden público y de carácter social. Los seguidores, que animaron en
todo momento al equipo y reconocieron el esfuerzo de los jugadores,
centran sus críticas hacia Van Gaal y por extensión a Gaspart, pero
nadie acaba de ver claro qué ocurrirá en el seno del club en los
próximos días.
La crisis es de tal calibre que llueve sobre mojado. Si el
equipo no anda bien, pierde; si existen problemas de seguridad y se
plantea un nuevo plan para eludir conflictos, los aficionados
radicales (los «Boixos Nois») dan la razón a aquellos que aseguran
que el Camp Nou -que está pendiente de clausura por dos partidos-
cada vez es más inseguro, especialmente tras las agresiones
sufridas por los periodistas al término del encuentro ante el
Valencia.
Y cuando ingredientes de alto voltaje se mezclan, el cóctel es
muy peligroso. Gaspart ofrece una sensación de duda permanente.
Desde que se hizo cargo de la entidad no se ha distinguido por
tomar decisiones trascendentes y cuando lo ha hecho, como cuando
decidió la vuelta de Van Gaal, tampoco ha estado demasiado
afortunado.
Se asegura que el verano pasado Gaspart se sacó de la chistera
el retorno de Van Gaal. Esa iba a ser su «idea general», comparable
a la que en su día ofreció José Luis Núñez cuando, en contra de la
decisión de la grada, mantuvo a Johan Cruyff y luego el Barcelona
firmó su quinquenio más prodigioso.
Si en plenas fiestas navideñas Iván Carrillo, otro de los
opositores, no triunfó en su intento -dice que se quedó a
doscientas adhesiones-, ahora otros colectivos con mayor poder de
convocatoria podrían volver a la carga, ya que ninguno de los
opositores a Gaspart (Lluís Bassat, Ramon Fusté, entre otros) ha
movido ficha hasta el momento.
Se asegura que si las diferentes tendencias opositoras se
pusieran de acuerdo, se podría plantear una nueva moción de censura
en poco tiempo, especialmente cuando desde hace meses circulan
encuestas en los que los índices de popularidad de Gaspart están
bajo mínimos.
Las críticas también se extienden al terreno económico. Se han
demostrado los problemas de tesorería del club a raíz de la venta
de una parte de terreno que el club tiene en Sant Joan donde
construirá su ciudad deportiva.
En todo caso, Gaspart ha repetido que no está dispuesto a
dimitir y centrará sus esfuerzos en la próxima asamblea
extraordinaria de compromisarios, una reunión prevista para marzo y
planteada como un referéndum a su gestión.
Todo ello está encaminado a ganar tiempo y esperar que la buena
racha en Europa continúe, aunque el próximo rival en la Liga de
Campeones, el Inter de Héctor Cúper, podría poner al Barcelona en
evidencia.
Esa misma pregunta se le hizo a Van Gaal tras la derrota del
Valencia y el entrenador rehusó contestarla. Gaspart mantiene
silencio y parece no tener soluciones. Lo cierto es que en el
ecuador de la Liga, el Barcelona está ya a diecisiete puntos de la
cabeza y lo único seguro es que no acudirá al mercado de invierno
para reforzarse.
El único punto de apoyo que les resta a los barcelonistas es la
Champions League, y tal vez sea la única vía directa para la
clasificación para competición europea que le resta a un conjunto
hundido en las miserias de una competición que le ha puesto contra
las cuerdas. La afición ha dictado sentencia y ahora la papeleta
vuelve a ser para un Joan Gaspart desacreditado ante una grada
crispada y que reclama a gritos la entrada de aire fresco.
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