Los integrantes del duo Estopa, los hermanos Muñoz, durante su actuación de este miércoles en el Estadi Olímpic Lluís Companys ante 60.000 personas. | Alejandro Garcia/EFE

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Sumamente emotivo. Así fue el homenaje sorpresa a La Roja y en concreto al jugador Lamine Yamal en el concierto de Estopa de Montjuic este miércoles por la noche. Casi todos los 60.000 congregados frente al escenario se rindieron en cánticos infundiendo ánimos a la selección española de fútbol, justo días antes de encarar la gran final de la Eurocopa.

El mágico momento que se ha hecho viral en redes sociales comenzó cuando la banda arrancó su interpretación del tema Obi, oba. Sin embargo, la melodía animó a los fans a cambiar la letra y poco a poco cada vez más personas se fueron uniendo a los cánticos alternativos: «Lamin Yamal, ¡Cada día te quiero más! Lamine, Lamine. Lamine Yamal, ¡Cada día te quiero más» hasta que finalmente casi la totalidad de los 60.000 asistentes, incluidos los propios hermanos Muñoz, acabaron participando en este improvisado y multitudinario homenaje a la selección.

CONCIERTO DE ESTOPA

Los hermanos Muñoz han sido la banda sonora de varias generaciones con temas ya eternos y que interpretaron este miércoles como Tu calorro, Cacho a cacho, La raja de tu falda o Partiendo la pana, llenos de rumba, rock y cambios de ritmo que han hecho 'botar' al público entregado. «No sé cómo voy a poder terminar esto. Ya estoy afónico y vamos por el principio», se arrancó David, voz principal y el más extrovertido de los hermanos, que se acompañaron sobre el escenario de algunas colaboradoras habituales como Chonchi Heredia. «Vamos a hacer el concierto lo mejor que sepamos. Estamos jugando en casa y no podemos ni perder ni empatar. Hay que ganar», añadía para abrir una gran noche en Barcelona en la que no faltó el Seat Panda rojo sobre el escenario.

Esa naturalidad que pregonan y practican explica parte de su éxito, aunque tiene mucho que ver también la épica de su propia historia, una historia de película, la de dos jóvenes humildes sin conservatorios ni padrinos que plasmando su sentimientos adolescentes en sus propia versión de la rumba esquivan un futuro ineludible de madrugones en la fábrica. Fue su círculo familiar y de amigos, después de ganar el concurso de cantautores del barrio de Horta-Guinardó con la canción 'Luna lunera', quienes movieron la maqueta hasta conseguir un contrato musical que abriría las puertas de una carrera sin altibajos y una maquina engrasada que está lejos de detenerse. Esta noche se acordaron también de aquellos inicios, del «veneno» que les inyectó su padre con la rumba y, por supuesto, del Pescaílla, Camarón y Los Chichos, inspiración y precedente necesario para un sonido reconocible que esta noche hizo historia, aunque no se encendiera el pebetero, como los hubiera gustado.